lunes, 27 de octubre de 2008

RECORTES DE PRENSA/14

EXTREMOS A QUE HA LLEGADO EL TALANTE Félix De Azúa (El Periódico, 1/06/2008)
(...) Era un mendigo gentil que pedía con mirada virginal y sonrisa leve a la puerta de una oficina de La Caixa, lugar idóneo para agobiar conciencias. Sin embargo, un desagüe de aire acondicionado dejaba caer sobra su cabeza una gota cruel e implacable cada 40 o 50 segundos. XXXCuando la gota rompía en su cráneo, fruncía el ceño, cerraba un ojo y dirigía el otro a lo alto. De inmediato recuperaba el aplomo y seguía impertérrito pidiendo el favor de la gente. (...) le abordé movido por una curiosidad irresistible. “Perdone, caballero, le dije, ¿no se sentiría usted algo aliviado si diera un paso a la izquierda o la derecha?” Al principio se hizo el sueco y siguió sonriendo con aquel rictus y aquellos ojos que helaban el alma. Insistí. “¿No sería razonable que la gota no le cayera en picado sobre la cabeza?”. XXXDada su elegancia casi atildada, no puedo decir que contestara mal, pero sí con un deje de impaciencia, como si hablara con un chiquillo. “¿Qué gota?”, dijo. “Haga el favor de apartarse, que me espanta a la gente de buen corazón”. Dejé un euro en la caja de tabacos forrada de seda azul celeste y me fui a mis cosas. XXXPor la tarde, de regreso en el barrio, pasé de nuevo ante el mendigo y me asombró verle impávido, escultural y totalmente empapado. La gota había ya mojado por completo su chaqueta, modesta pero de buen corte, y la mancha de humedad se escurría del cuello a la cintura. No pude contenerme y fui hacia él con un euro en los dedos para no levantar recelos. “Le veo a usted francamente calado, buen hombre. Como siga debajo de la gota acabará por enfermar y ¿a quién le daremos limosna?, imploré. Fue peor. “¡Pero que manía con la gota! ¡Le reconozco e identifico! ¡Es usted el que ya trató de infundir desánimo, desmoralización y pesimismo esta mañana! ¡Como siga por ese camino va a incurrir en alarma social!” Me fui muy abatido. Daba espanto verle y los niños rompían a llorar al divisarlo.
Reflexión
No se si consciente o inconscientemente (no creo que le avale la experiencia), Azúa apunta en su excelente artículo, rasgos de lo que configura la rutina y la filosofía del mendicante. Rasgos que la gente, bienintencionada, desconoce y a veces les puede sonar a descortesía del aludido. Enumero: constancia (gota malaya), reto (a ver quién puede más, si la gota o yo), compostura espartana (lo cómodo sería desplazar su posición) y, sobe todo, el sentido práctico de que el que se para a conversar o simplemente se detiene en la inmediatez de un ser que pide limosna, se convierte en un obstáculo al buen desarrollo de su faena. Si entendemos las rutinas del dependiente del súper o de la zapatería, ¿por qué no hacerlo con el mendigo?

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