domingo, 25 de abril de 2010

LA FRASE

Un amigo es uno que lo sabe todo de ti
y a pesar de ello te quiere.
15 años en la calle
Miquel Fuster,
el magisterio de la indigencia


Vaya por delante que Miquel y yo somos amigos desde la infancia. El tenía 62 años y yo 51 cuando nos conocimos, pero estábamos en la infancia de nuestra tercera vida, en la salida del pozo uterino-indigente en que estábamos. Digo esto para que nadie piense que las siguientes líneas van a ser un florilegio de elogios. Es más, esa amistad (que nos permite calificarnos ínter nos de ignorantes y descerebrados —¡entre nosotros, ojo, que nadie más lo intente—) es la que me permite e incluso da derecho a decirle lo que quiera, ya sea elevándole a los altares o poniéndole de «chupa de dómine». Mal amigo sería si le mintiese para alabarle o le denostase para educarle.
Te escribo esto pasada la vorágine natural de presentaciones, entrevistas, firma de ejemplares y una vez que los demás —buenos, mediocres y malos críticos— han agotado sus cartuchos de opinión.
He leído tu historieta (me resisto a llamarla cómic, como me resistiría a llamar tragic o erotic a otras creaciones) y, a pesar de que he seguido su gestación, no esperaba un parto de tal magnitud. Y he de decirte que no me ha parecido genial, ni tan siquiera buena, simplemente me ha parecido Magistral. Magistral, no en el sentido de bonete y borla sino en el cabal sentido de Magisterio como lección y enseñanza. Magistral en la forma, el fondo y la realización.

EN LA FORMA

Porque la estructura, el hilo narrativo y el ritmo que has impuesto es impecable. Es una sucesión, perfectamente estructurada, de adoquinazos a la conciencia. Tu narrativa es —de esto entiendo algo— precisa a pies juntillas y contundente para el estilo de la historieta: sintética, directa y sin resquicios ni concesiones a la especulación. Al pan, pan, y al vino, vino.

EN EL FONDO

Porque has sacado a la luz, sin vericuetos dramáticos ni suavizantes de la realidad, tu vida en la calle (un trozo, mejor dicho, porque toda ocuparía varios tomos). Digo «tu» vida porque son tus experiencias, tus dolores y carencias, tus vacíos y tus iras. Porque la de otros es distinta y cada cual tiene su intimidad de sensaciones y acontecimientos. No te has «comido el coco» para hacerlo: eres directo como una flecha, sincero como un niño, tierno como una mujer y duro como un callo. Eres tú sin concesiones a la galería y, sobre todo, sin rencores. No reprochas ni culpas de tus fracasos a nadie y, en todo caso, te critico que quizá cargas sobre tus espaldas demasiada contrición. No estoy de acuerdo porque siempre he pensado que las culpas hay que repartirlas en porcentajes distintos; según los casos habría que analizar qué cuota le corresponde a cada pieza del engranaje: a la situación laboral y familiar, a la salud, al hecho fortuito e indeseado, a la sociedad y sus instrumentos de tortura de la dignidad de sus integrantes, a los azares que nos asaltan…
No mostrar resentimiento es fundamental a la hora de hablar de tu categoría humana. Tú, que tienes un aspecto mezcla de pendenciero, baladrón y chuloputas, no eres —en la historieta te delatas— más que un trozo de pan con patas. Tampoco estoy en total acuerdo con el énfasis que pones en la responsabilidad absolutista de los males en el…

...ALCOHOL

“El alcohol es un asesino”. Me lo has repetido mil veces y estoy de acuerdo. Pero del alcohol se viene o al alcohol se llega. Y no siempre. Como antes te he dicho, cada caso es distinto. Hay quien cae en el pozo por culpa del alcohol y quien cae en el alcohol por culpa del pozo. Y quien no cae. Creo que el alcohol es un ingrediente más de esa maldita mezcla de infortunios. No le demos más protagonismo y así lo destronaremos un poco más.
Voy a suavizar un poco el tono y  hablar de un tema en el que (¡te he pillado!), en nuestras conversaciones privadas me has confundido. Pero en la historieta te has delatado y no puedes negar, por la forma en que lo reflejas, que es en ella donde dices la Verdad (¿no ves que toda la sinceridad que destila invalida cualquier otro argumento?). El tema son…

...LAS MUJERES

Interesadas, pérfidas, putas, perversas, mojigatas, encarnación del diablo y merecedoras de una pira en una plaza y del fuego eterno. Todo menos bonitas. Pero tu historieta, lo he dicho antes, te delata. El trato que les dedicas —cada una con su índole— rezuma lo que verdaderamente sientes: que son personas ni mejores ni peores que los hombres, que merecen toda la atención y el respeto y, sobre todo, que les has dado lo que tú mejor sabes dar aunque te rechine la dentadura al oírlo: ternura. Porque no ya el relato sino las mismas viñetas trazan un perfil de mujeres que te han amado, te han sufrido y han disfrutado de tus apoyos. Y viceversa. No les quitas valores y les añades nobleza. En el fondo, Miquel, sabes que, frente a nuestro aparente desapego y desdén de tertulia, nos debilitan. Ahí están, siempre con la fuerza expresiva que imprimes en los rostros, Victoria, la Lali —cupletista del Apolo—, Teresa y otros nombres que seguro has guardado en el tintero por discreción. No podemos evitarlo, ellas nos dejan huella y nosotros dejamos huella en ellas.

LA REALIZACIÓN

Sabes que soy tan lego en técnicas de pintura como tú en informática. Sabes que soy capaz de confundir El Guernica con Saturno devorando a sus hijos. Pero sé lo que me gusta y lo que no. Y me gusta lo que me conmueve. De tu obra me quedo con dos impresiones: la fuerza que imprimes a los rostros, comunicando inmediatamente al lector el sentimiento del protagonista, y la densidad del trazo en el que siempre parece que estés apretando con rigor el carboncillo, la tinta o la acuarela. Como si apretando pensases que el lector va a captar un mensaje sin ambigüeades, una bocanada directa al corazón sin apenas pasar por los ojos. En cuanto a la narración ya te he dicho que es impecable. Sé que tienes la sensación de que no eres buen escritor, pero si eso es cierto esta vez te has saltado la norma. Y en el estilo, al menos para mí, más difícil de todos los habidos: el del «bocadillo». Has construido un relato que es un compendio de precisión: no sobra ni falta nada para entenderlo. Puedo decirte, con la mano en el corazón, que muchos de nuestros históricos historietistas, mangas y otras especies, quedan muchos peldaños por debajo de tu meseta.

ARRELS: UN SUEÑO



Es de justicia poner a cada uno en su sitio y tú lo has hecho con la Fundación Arrels. No te miento si te digo que lo que te cuento a renglón seguido es un sueño real que tuve después de ver tu obra.
Soñaba con una plaza de toros repleta de público, ese público ávido de verte para lincharte a silbidos y mandobles, esa sociedad que parece desear exterminarnos con todas sus fuerzas. Mas el ruedo estaba vacío. Porque somos invisibles. Mas de repente, por la puerta de cuadrillas comenzaron a aparecer mozos de espadas, areneros, picadores, monosabios, rehileteros y subalternos de barriga delatora. Eran «Arrels», sus asistentes, voluntarios, trabajadores, acompañantes de hospital, piso, calle y tiempo. En el palco, una figura femenina presidiendo el festejo, pertrechada de los pañuelos blanco, verde y naranja. De súbito, en el centro del coso, emergió tu figura enarbolando tu historieta por capote. Del portón de toriles salió embrutecida una fiera astada con el hambre, con la empega de la agresividad y la divisa del miedo y de la soledad de la montaña. Entonces tú, ligando verónicas, chicuelinas, naturales y gaoneras, titubeando a veces, arropado por la gente de Arrels, rendiste a la fiera y el público enmudeció. No hubo aplausos, el silencio era el mayor trofeo y testigo de que te veían y empezaban a comprender que quizás estaban equivocados. Era tu oportunidad de la revancha, tu ocasión para blandir el estoque y el verduguillo e ir sajando aquellos cuellos que tanto daño e indiferencia te habían deparado. Pero no, el mejor puyazo de tu elegancia fue que, empuñando la montera de la maestría y el magisterio, prescindiste del rencor y bruñiste la hidalguía. Tu aspecto ya no era el de baladrón y otras lindezas sino el de Don Quijote tras desgarrar los odres de vino. Montera en mano, girando en redondo, erguido y orgulloso, brindaste al público por un futuro más solidario, porque no se repitan casos como el tuyo y el de tantos, porque las semifusas de la banda de música fuesen la señal de partida de un nuevo mundo más armónico e igualitario.
Al despertar del sueño, todavía en desperezo, imaginé que era yo el alguacilillo que acudía al centro de la arena a darte el abrazo de bienvenida, las dos orejas de todo mi afecto y el rabo de la memoria, pues ya sabes que, como dijo Lledó, “una de la mayores desgracias del ser humano es el olvido, tanto como la muerte”.
Estas son mis sensaciones. Siento si a alguien le han aburrido o molestado. Mi idea es iluminar y no empañar. Tu historieta me ha dejado un sabor nuevo y penetrante entre los miles que tengo archivados. Gracias Miquel.

PARÁBOLA DEL SUICIDA / EPÍLOGO DE ESPERANZA (IV)

          ¡Americanos
es el Poeta! ¡Oh blasfemia!
          Se llama el Iluminado
Patriarcas del país de la libertad,
¡comprad sus versos!
Que nuestros Sumos Sacerdotes
—Nixon, Kissinger—
le conceden la limosna
de los Derechos Humanos.
          ¡Invitadle al Gran Festín de la Paz
con olor a vietnamita chamuscado!
          ¡Llevadle a celebrar en Chile
la parodia de los payasos libertadores!
          ¡Oh americanos! ¡Comprad sus versos
y hacedle callar, que el hacha se impacienta!
                                               ЖЖЖЖЖЖЖЖЖЖ
          ¡Un momento!... Yo no vendo.
No escribo. No hablo. Sólo acuso.
Os acuso directamente y a la cara.
          Pues he venido a llorar y verter
mi sangre en vuestros pies de barro.
Sólo pregunto por la ternura
y no vendo traición entre los versos.
Sólo quiero llorar… llorar continuamente
en la sombra de mi brazo adormecido.
Llorar con claridad… llorar con rabia
en el contorno de la ausencia y el sonido.
Llorarle al sol… llorar por mis amigos
que yacen frente al mar y con el agua lloran.
Llorar dentro del pecho… llorar de frente
reflejándome en la arena. Llorar eternamente
con el amor en la cuneta. Mas otra vez
equivoqué el camino. La ternura no
habita en este escenario. Yo reclamo
mi libertad. Mas otra vez
equivoqué el camino.
          Tendré que doblar la luz. Acariciar
                                         las paronomasias.
                                         Anegar las estructuras
                                         Patalear en el silencio
                                         Desencadenar las manos
                                         Besar los labios
                                         Hacerme desangrar
                                         Romper los versos
                                         Mirarlos al revés
y luego preguntarle a Dios
                                         y no me escucha.
                                               ЖЖЖЖЖЖЖЖЖЖ