sábado, 5 de diciembre de 2009

LA FRASE

El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído (Arenal)

LA COLUMNA

RUTINILLAS MUNDI

Es curiosa la percepción que he tenido en los últimos tiempos al intentar entender el porqué de los cambios de ánimo, las tendencias al desconsuelo y las inflorescencias eufóricas.

Rastreando entre descalabros económicos (fenómeno natural), tifones sentimentales (fenómeno habitual) e intríngulis existenciales (fenómeno sobrevenido) —a estos astados ya sé que larga cambiada administrarles— ), no encontraba razón suficiente para mis avatares del alma.

Hasta que un día, en uno de esos momentos en que nada pasa, salvo yo por la calle, me llegó ese relámpago que aparece de vez en cuando, más que de vez en vez, e ilumina la víscera que bombea el malhumor o el bienestar. La entretela de la razón y sus duendecillos inculpados se plantaron ante mí en forma de nimiedades, sueños Nescafé (de sublimación y disolución instantánea) y… rutinillas.

Las rutinillas. Repaso mi jornada habitual. A las 6 de la mañana, aseo y frugal colación. 6.45 h.: apertura al tresbolillo, con el señor Dimas, del quiosco de prensa que emboca al metro y en que el periódico siempre se retrasa, dando pie a conversación sobre lo pasado y venidero (el mejor desayuno para la mente). 7.30 h.: parada obligada en la cafetería del vestíbulo ferroviario de Plaza Catalunya para verter en papel la tinta de alguna ocurrencia digna de escribirse. 8.45 h.: paseo a alveolo abierto hasta desembocar en las ágoras y agoretas del Gótico, con la entrega ritual del purito a Manolo —al que intuyo por el rasgueo de sus alpargatas—, leve inclinación de testa ante la Ilustrísima de turno de misa de nueve… y ya son las 9 h.: intercambio de andanadas satírico-entrañables con Miquel, siempre presto a urentes invectivas que me nutren de combustible para la jornada; tres minutos escasos pues siempre le apura alguna urgencia artística o fisiológica inaplazable. 9.15 h.: charla e inyección anímica con D. José, el del peluquín, el de los cincuenta céntimos a las gitanas, el de mis confidencias familiares y su cantinela de que mis restos acabarán en Soria de donde, según él, nunca debieron salir. 10.00 h: lectura de otro diario y cortadito en El Jardín para entonar. 10.30 h.: tecla de encendido del ordenador, preparar cena y colada si es menester, y a trabajar o ejercer de diletante en lo que el cuerpo me pida. 14.00 h.: comida y siesta ­—por prescripción facultativa—. 16.00 h.: café de desperezo y restitución. 17.00 h.: ronda de tanteo antes de ocupar mi atalaya de observación por la que desfilan, puntuales, mis adeptos: a las cinco y media la del caramelillo de menta; a las seis el inevitable esquizoide que entre mil desatinos dispara alguna verdad pontifical; a las seis y media mi plática más o menos extensa, casi siempre más, con el ínclito Pep —mi topo en el Arzobispado—; a las siete y media mis Luisas balsámicas que con su ternura me ahorran un buen dispendio en botica; ínterin para repostar tabaco donde Paqui y a las ocho y cuarto deseada llegada de alguna simpática joven que me sirva de musa y recreo de la vista. 21.00 h.: simbólico cabezazo ceremonial y cruce de frases a vuelapluma con el Cardenal, que más enjundia tiene de párroco que de prelado. De vuelta a casa, galantería con la castañera o confitera de turno, café con crucigramas en el Zodiac, donde siempre recala algún bohemio con quien desengrasar mis neuronas. Cena, oración (¿?), despedida y cierre. Las rutinillas.

Si en este devenir diario ha irrumpido algún descalabro, torbellino o intríngulis —los toros bravos ya citados ab initio— ya los he descastado con verónica enjuagada, media estocada tendida y descabello. Pero las rutinillas… ellas son la clave de mis cencerradas y carillones. Si una falla, se desengrasa la maquinaria y hace chirriar toda mi infraestructura emocional.

Espero que alguien comparta estas sensaciones y podamos fundar la ONG Rutinillas Mundi, porque ahí, en las nimiedades, los sueños fogonazo y las rutinillas, está el arquitrabe del estado de ánimo.

HUMOR

RELATOS... POEMAS... CUENTOS...

¡CRIS!... AMANDINE…

Entre mis inveteradas costumbres se halla la de dedicar, cuando conozco a una persona que me agrada o nace un niño de alguien de mi estima, un referente a la etimología de su onomástico, coincidencias con ilustres tocayos ancestrales y, si se tercia, algún acróstico, soneto u octava real. Sea el nombre vulgar, raro, canoro, malsonante, dulce o estridente siempre he encontrado alguna fuente de inspiración e información que me haga quedar en buena compostura.

Así han desfilado por mi bolígrafo (voló la pluma) Petronilas y Estelas, Paus y Sandras, Noas, Cunegundas, Beatrices, Mares, Sisebutos, Sergios, Turismundos, Pacos variados y hasta algún Jan de difícil catalogación. Abundan, por imperativo obvio de mi género, los femeninos.

Mas, tras años de salir airoso de cualquier epónimo retador, conozco una persona sin más atributos especiales que los que mi gusto requiere: agradable en el trato, dotada de los instrumentos que más valoro (sonrisa natural, expresión no afectada, mente sencilla), buena presencia (muy buena pues incorpora el plus de simpatía) y esa impresión natural de cabeza biempensante y autoestima cimentada. Todos los ingredientes para trinchar mi vianda literaria.

Y aquí llega el ¡cris! (onomatopeya del ruido de algo frágil al quebrarse), cuando me dice —me dice, he dicho— su nombre: Amandine. ¡Todos mis esquemas a hacer puñetas! He dicho me dice porque así, escrito, puede parecer un simple revoltillo de grafías, ¡pero dicho!, dicho con su voz —que algo de cristalina tiene pues algo cristalino debe tener su garganta—, pronunciado con su inflexión monocorde y, para más sublimación, deletreado para que no me equivoque al transcribirlo, ¡lo dicho!: toda mi estructura mental alborotada. Creo que en ese momento los recios cimientos del Gótico se hicieron gelatinas, ciento dieciocho obispos brincaron en sus nichos y un inmenso castillo de artificio cubrió desde aquende l’Eixample a allende la Barceloneta, de acá Sant Martí a acullá El Raval.

Amandine… ¡cris! Y ahora, ¿qué coño escribo ante estas ocho letras que lo conjugan todo? Y si fuera pintor, ¿qué pinto si ya aglutinan los reflejos de todas las capillas sixtinas que imaginarse puedan?. Y si fuera músico, ¿qué compongo si esas ocho letras ya ejecutan todas las melodías?. Y si fuera inventor, ¿qué proyecto haría si ante ese nombre el propio Da Vinci sucumbiría?

Amandin… —hasta la «e» enmudece­—. Como poeta no puedo ser ripioso con la rima en querubín, como pintor no puedo ni bosquejar la sonrisa de la monalisa, no puedo remedar las venus del escultor, ni improvisar pirámides, ni definir la divina proporción. No puedo crear lo ya creado y hasta intentar recrearlo me suena a sacrilegio.

Decido al fin, para salir de la impotencia de este brete, acudir al subterfugio de que, si lo definido no puede entrar en la definición, la musa —que es la inspiración— no puede estar incluida en el objeto. Y Amandine —nombre y persona— totaliza la musa y convierte la cuadratura del círculo, la trinidad santa, la física cuántica y el sexo de los ángeles, en galimatías de infantil resolución.

Así que te quedas, Amandine, sin octavilla ni serventesio, sin pincelada ni cincel, sin jardines colgantes. Ya tienes bastante con tus ocho letras. Como no domino las técnicas de lo imposible, sólo me queda rendirme a la evidencia y desistir. O mejor, por haberte conocido, brindar.

EL DEBATE

MENDIGOGAME

por José Rocillo Gregoire

Como ciudadano y voluntario de la ONG Solidarios, quiero expresar mi malestar por el lanzamiento en España del videojuego Mendigogame y pedir su retirada. Es una enorme falta de respeto acercarse de una manera tan grosera a un grupo de personas que tienen y merecen idéntica dignidad que cualquier otro ciudadano. Las personas sin hogar se enfrentan todos los días a una vida llena de dificultades y un videojuego no puede convertir ese itinerario de calamidades en un pasatiempo. La innovación y la imaginación son lícitas y deseables en la creación de riqueza de las empresas, pero no todo vale, los valores humanos marcan límites que no se deben traspasar.

Jugar con la realidad de personas sin hogar que día a día se enfrentan a la dureza de las calles, a enfermedades, a la muerte, a la falta de derechos y de recursos es una falta de respeto y un hecho cruel e inhumano. Argumentar que es sólo un juego valdría para justificar juegos similares con colectivos muy sensibles en nuestra sociedad. Hay terrenos en los que la única manera de acercarse es con respeto y sensibilidad.

Las entidades y personas sensibilizadas con esta situación queremos que se mire a los sin hogar como lo que son: personas. No son "mendigos", son personas excluidas, cuyo mayor problema es la soledad y la indiferencia de la sociedad. Su objetivo, no es, sin duda alguna, "convertirse en el mendigo más famoso y rico" sino salir de la calle.

LIBROS

CATEDRAL DE CUENTO
Parece que el libro que publiqué va tomando vida propia y teniendo presencia en la sociedad. Ha sido visto en varios actos organizados por el Seminario Mayor de Barcelona, el Colegio de Abogados y la Basílica de Santa María del Mar. También ha merecido mención, de momento, en el Diario Avui y Televisión Española. Queda por confirmar alguna presentación en asociaciones culturales y otras reseñas de prensa. Aquí van datos ampliados para los interesados en adquirir algún ejemplar: está a la venta en el Estanco de La Catedral (avenidad de ídem) y las librerías de la cadena “Happy books” (La Formiga d’Or de Portal de l’Àngel, 5 y Lliberia del Claustre en el interior de la misma), librería Claret y librería Paulinas. Además me lo podéis pedir directamente por correo electrónico (lmmcicero@gmail.com). Su precio es de 12 €.

BARRIOS

POBLE SEC, LA DIGNIDAD DE UN BARRIO

No es por alarmar, pero parece que vecinos, prensa y Ayuntamiento ya han tomado cartas en el asunto de la degradación de este barrio a manos, principalmente, de bandas latinas no muy célebres por su pacifismo. En medio de la empanadilla se encuentra la calle Blai, que limita al Sur con el Paralelo (cada vez menos escenario de entrañable farándula) y al Norte con calles como Margarit que tienen (si resisten) una oferta artístico-cultural al alcance de cualquier mente inquieta. Un barrio que nada tenía que envidiar a los corrillos culturales parisinos.

Al menos los dos últimos años (donde me estancia y memoria alcanzan) amén de los altercados cotidianos con los vecinos y entre las propias bandas, se ha celebrado una dilatada verbena (perdí la cuenta de los días) en el cruce Blai-Margarit, en la que la tarima de actuaciones, con su correspondiente artillería de mastodónticos bafles, quedaba a escasos cuatro metros del balcón de una vivienda habitada por personas incapacitadas y necesitadas de descanso. Con frecuencia en los balcones aparecen desperdicios de las distintas “celebraciones” y cualquier protesta queda acallada por los gritos de ¡racistas! Todo ello, se supone, con la correspondiente e insólita licencia municipal.

La protesta está en la calle (ver foto) aunque ya ha sido apedreado el cristal de uno de los “vandálicos” y al parecer poco “integradores” vecinos. Las pancartas ya no están por obra y gracia del miedo. ¿Quién debe integrarse? Hay que coger este toro por los cuernos ya o… adiós Poble Sec que te quedas sin gente.

miércoles, 14 de octubre de 2009

LA FRASE

No camines delante de mí porque no podría seguirte.
No camines detrás de mí, porque podría perderte.
No camines debajo de mí, porque podría pisarte.
No camines encima de mí, porque podría sentir que me pesas.
Camina a mi lado porque somos iguales.
(citado por Jorge Bucal)

LA COLUMNA

EL RESENTIMIENTO INVERSO

A lo largo de las columnas que aquí he ido editando y a raíz de la publicación de Catedral de cuento, he oído comentarios —no sé si con ánimo de halago o achaque de demérito— sobre el enfoque optimista, alegre, humorístico, esperanzador y desdramatizador que imprimo a mis opiniones y escritos sobre situaciones que tienen su origen —y a veces su malhadado final— en la precariedad, el infortunio y la miseria.

Debo una explicación que desmitifique esos criterios sobre mi pretendida bondad y mi presunta actitud positivista y cordial. No hay tal sino todo lo contrario. Mi actitud es revanchista, ácida, crítica y vengativa ya que utilizo —en vez del ataque frontal, agresivo e hiriente— lo que doy en llamar el «resentimiento inverso». Me explico.

Considero más efectivo y contundente, cara a transmitir ánimos a las víctimas de las situaciones de penuria y cara a la sensibilización de la sociedad hacia tales víctimas, reflejar la parte medio llena del vaso: esperanza, posibilidad de superación, actitud alegre y serena ante la adversidad. En definitiva, enseñar la luz al final del túnel. Esta actitud es la que más duele (“el mejor desprecio es no hacer aprecio”) a los que sólo saben cargar culpabilidades, acusaciones, errores y reproches que no llevan a ningún sitio. Cargar ilusión, apoyo y afabilidad es llenar las alforjas de un altísimo porcentaje de éxito. Es mi sutil forma de echar en cara, de reprochar, de zaherir; mi nimia venganza. Porque a esa masa instalada en la comodidad, enquistada en el estigma de que quien sufre es culpable (“él se lo ha buscado”), mala persona (“algo habrá hecho”) e irrecuperable (“es un caso, no tiene remedio”) lo que más le duele es no obtener su objetivo: humillar, mellar y socavar con intención de dar el tiro de gracia al paciente.

Por todo esto, seguiré usando las máximas dosis de templanza, simpatía e ironía (en su sentido de arte retórica) como pócima que espante a depredadores y pájaros de mal agüero. Les tiendo, gustosamente, un puente de plata… para que se esfumen escaldados.

EL PERSONAJE

«LANGUI», LA SEDUCCIÓN DE LAS MIRADAS

Juan Manuel Montilla, «Langui », madrileño de 29 años, sufre una discapacidad provocada por una parálisis cerebral al nacer y desde entonces es una de esas personas que muchas veces nos cruzamos en la calle, gesticulantes, con las extremidades retorcidas y piernas asimétricas que les dificultan andar en rumbo derecho (se cae hasta diez veces al día, según el terreno). Sin embargo, su cabezonería le ha hecho salir adelante y convertirse en un personaje fuerte y plagado de resultados y triunfos. De la entrevista que le hizo Víctor-M. Amela en La Vanguardia extraigo algunas recetas que nos propone para aderezar el guiso de vivir y disfrutar de la vida por encima del listón de la socorrida y paralizante silla de ruedas

La sobreprotección, invalida. Sus padres decidieron no sobreprotegerle y le hacían esforzarse en conseguir las cosas como los demás (alcanzar los objetos sin alcanzárselos; dejar que se levantara solo al caerse sin levantarle). Esta aparente crueldad fue el mayor acierto para ensayar el esfuerzo y ¡cuanto valor el de los padres de aguantarse las ganas de ayudarle!.

Asumir las limitaciones. Quería ser futbolista en Primera División y fue comprobando —a sus 15 años­— que no llegaría ni a Tercera Regional. Se hundió. Pero se cruzó en su camino el hip-hop y se inició en el rap, encontrando una nueva motivación. Ejercer de rapero sí podía… ¡y vaya si pudo!.

Imponerse retos. Se ha comprado una casa con escaleras para subir al dormitorio. Cuando llega por la noche, cansado, vence la tentación de quedarse en el sofá del salón y se impone escalar para estar y compartir con su familia. Esos 16 escalones no se lo iban a impedir.

Actitud positiva ante la vida. Receta alegría y buen humor —“no puedes cambiar el mundo, ¡pero sí puedes cambiar tu actitud! —. Admite que la vida está llena de miserias, pero que es un regalo y es corta y… “¿encima vas a boicotearla?”

Suplir las deficiencias con los valores. Comunicarse con la seducción de las miradas, desbordar los complejos, obligar a los demás a verte por dentro —“mi mujer me ha hecho sentir que para ella tengo los andares más bonitos del mundo” —.

La compasión, minusvalora. La compasión es, para él, excluyente y negativa, la peor barrera para el menguado. El triunfo consiste en “pelear cada día por lo que te ilusiona”.

Cuando vienen mal dadas, ¡caña! “Anímate valorando lo que tienes, y pelea. Y a mí no me digas que no se puede”.

Aquí dejo, sin comentarios, al «Langui », con su libro 16 escalones antes de irme a la cama (Espasa), sus dos premios Goya, sus discos, su película, sus conciertos… su macedonia de éxitos logrados con dos pares y su voluntad de esfuerzo y ejemplo.

EL DEBATE

¿TODO EL TIEMPO DEL MUNDO?

Es un hecho —del que hasta ahora no se había hablado o reparado— el trato que reciben las personas en precaria situación (“sin techo”, parados o indigentes de toda índole) en relación con el uso de su tiempo. Existe la extendida sensación —entre aquellos para los que “el tiempo es oro” — de que como no hacen, no producen nada —hay quien sólo entiende la productividad del trabajo como el rendimiento traducido en dinero, cuando también el trabajo puede producir sencillamente satisfacción— , tienen todo el tiempo del mundo; y, ni cortos ni perezosos, los “ocupados” se arrogan el derecho a disponer de ese tiempo a su antojo. Pero este hecho se convierte en lamentable cuando ese uso y disfrute del tiempo ajeno se traduce en plantones, instancias de inmediata presencia, reuniones estériles y disposición al libre albedrío de los medios de comunicación.

Por partes. No es infrecuente que el personajillo con posibles cite a un inope y luego falte reiteradamente al encuentro (caso real: cuatro mañanas, X sufrió pérdidas de 12 horas de su tiempo a la espera de un profesional de prestigio que, para más inri, le debía una cantidad de dinero en concepto de una compra que le había realizado). El ausente debió pensar que “¡total… tiene todo el tiempo del mundo!

El requerimiento de comparecer “de inmediato” en algún lugar, remoto —transporte requerido— o no, suele ser inminente y sin previo aviso: hay que estar en algún sitio para alguna entrevista terapéutica, alguna actividad o intervenir en algún acto. “¡Total, si no tiene nada que hacer y… tiene todo el tiempo del mundo!

Lo de colaborar con los medios supera el listón. Se puede disponer impunemente de una, dos o más jornadas del “no tiempo” del precarista en rodajes, grabaciones o entrevistas —en los que además ejerce de protagonista— con el agravante de que dichas intervenciones no suelen llevar aparejada ninguna compensación porque ¡total, si no tienen nada no deben necesitar nada y, además… tienen todo el tiempo del mundo!

Pues no. Precisamente la víctima de estos abusos temporales es el que menos tiempo tiene. Lo que sí tiene es libertad de disponer de él a su libre albedrío, fijar su ruta, sus horarios y preferencias —por lo visto para envidia de funcionarios y contratados—. ¿Saben que quizá la víctima del plantón podría en ese tiempo realizar tareas que le reporten algún ingreso o simplemente que le sean necesarias para sobrevivir (buscar cobijo, trabajo, pintar, participar en algún taller, labrar la madera, escribir o acudir a otra cita más formal)? ¿Saben que el sufrido convocado “inmediatamente” puede estar realizando alguna labor que, si abandona, le puede crear un quebranto económico? ¿Saben que en el tiempo de participación en algún programa de comunicación el incauto protagonista podría estar procurándose algún ingreso de supervivencia en forma de recogida de chatarra, limosna, beneficencia, ocupaciones intemporales en ayudas de cargas y descargas, engrases de persianas a “la voluntad” o limpieza de cristales a “lo que buenamente pueda”?

¿Saben el tiempo que conlleva la “ruta del bocadillo” consistente en caminar al amanecer alguna hora larga en llegar al sitio donde dan un desayuno —quizá una ducha y cambio de ropa—, volver a caminar y esperar otras dos o tres horas en comer en alguno de los periféricos comedores sociales, emplear la tarde en procurarse algún ingreso para picadura y un café (“se lo gastará en vino, seguro”, dicta el estigma), nueva caminata para cenar (los desechos de algún supermercado o restaurante) y finalizar la jornada con la búsqueda aleatoria de cartones y el oportuno alojamiento —cajero, banco del parque, porche­— para dormir… madrugón tras haber descansado con un ojo abierto ante el temor de agresiones o hurtos… y vuelta a empezar.

El asalariado emplea ocho horas en trabajar, el indigente dieciocho en sobrevivir y seis en ¿descansar?

Así que, señores que citan, convocan y solicitan colaboración para sus estelares espacios de comunicación, piensen que no es cierto que el necesitado dispone de todo el tiempo del mundo sino que más bien, para él, el tiempo es todo un mundo. ¡Ah! y que es un ser humano con el mismo derecho al respeto que cualquier otro. La dignidad no es moneda de cambio.

HUMOR

La Vanguardia (29/09/2009)

LEÍDO POR AHÍ

ASÍ ESTÁN LAS COSAS

Le envié a un amigo que vive en EE.UU. un e-mail con una pregunta: ¿Por qué somos pobres los españoles? Esta fue su respuesta desde EE.UU.:

Hola, cómo se ve que los árboles no te dejan ver el bosque... ¿Cómo puedes llamarte pobre, cuando eres capaz de pagar por un litro de gasolina más del triple de lo que pago yo?. Cuando te das el lujo de pagar tarifas de electricidad, de teléfono y móvil un 80% más caras de lo que me cuestan a mí. ¿Cómo puedes llamarte pobre, cuando pagas comisiones por servicios bancarios y tarjetas de crédito el triple de lo que aquí nos cuestan, o cuando por un coche, que a mi me cuesta 2.000 dólares, tú puedes pagar el equivalente a 20.000 dólares?

xxx¿Por qué vosotros sí podéis daros el gusto de regalarle 18.000 dólares al gobierno, y nosotros no?

xxx¡NO TE ENTIENDO!

xxxNosotros, los habitantes de Florida, somos pobres. Por eso el Gobierno Estatal, teniendo en cuenta nuestra precaria situación financiera, nos cobra sólo el 2% de IVA (más otro 4% que es Federal; total = 6%) Y no el 16% como a vosotros los ricos que vivís en España.

xxxAdemás, sois vosotros los que tenéis "Impuestos de Lujo" como son los impuestos por la gasolina y el gas, por el alcohol, los cigarros, cigarrillos, cerveza, vinos, etc. que llega hasta el 320% del valor original.

xxxY otros como: Impuesto sobre la renta (impuesto sobre el sueldo), impuesto sobre automóviles nuevos, impuesto a los bienes personales, impuesto a los bienes de las empresas, impuesto por uso del automóvil (de circulación). Y dichosos vosotros que aún os permitís el lujo de pagar un 16% de IVA por estos impuestos, además de todos los trámites y pagos nacionales y municipales (tasas).

xxxPorque si vosotros no fuerais ricos, ¿qué sentido tendría tener unos impuestos Nacionales, Autonómicos y Locales, de ese calibre?

xxx¿POBRES?, ¿de dónde?

xxxUn país que es capaz de cobrar el IMPUESTO A LAS GANANCIAS Y A LOS BIENES PERSONALES por adelantado (mediante retenciones) como España, necesariamente tiene que nadar en la abundancia. Porque considera que los negocios de la nación, y de todos sus habitantes, siempre tendrán ganancias a pesar de robos y atracos, corrupciones, sequías, inundaciones, invierno, saqueo fiscal y, por supuesto, seguro que todos deben ganar muchísimo.

xxxLos pobres somos nosotros, los que vivimos en USA y que NO pagamos impuesto sobre la renta, si ganamos menos de 3.000 dólares al mes por persona (más o menos 2..000 €). Vosotros tenéis, además, el IBI, impuestos de basuras, impuestos sobre el consumo de Agua, Gas y Electricidad.

xxxY allí pagáis seguridad privada en bancos, urbanizaciones, municipales, etc. mientras que nosotros nos conformamos con la pública. Allí hasta enviáis a los hijos a colegios privados. Y mira si seremos pobres aquí, en EE.UU., que las escuelas públicas nos prestan los libros de estudio previendo que no tenemos con qué comprarlos.

xxxA veces me asombra la riqueza de los españoles, que piden un préstamo cualquiera, y son capaces de pagar el 8% mensual de intereses, como mínimo. No como aquí, que apenas llegamos al 8% anual (generalmente 7.8%), justamente porque NO estamos en condiciones de pagar más.

xxxSupongo que, como todos los ricos, tienes un coche y que estás pagando un 8% ó 10% anual de seguro. Si te sirve de información, yo pago sólo 245 dólares por año. Y como os sobra el dinero, vosotros sí podéis efectuar pagos anuales en concepto de eso que vosotros llamáis IMPUESTO DE CIRCULACIÓN, (aparte de la ITV, zona verde, zona azul, aparcacoches forzosos, etc. mientras que aquí nosotros no podemos permitirnos esos lujos y pagamos 15 dólares anuales por la pegatina, sin importar qué modelo de coche conduzcas, pero claro, eso es para gente de recursos).

xxx¡¡¡ ESO ES SER RICO!!!

xxxSer rico, es tener 86.000 concejales, casi 9.000 alcaldes, 17 Presidentes de Autonomías, casi 1.600 parlamentarios autonómicos, 350 diputados en Cortes, 300 Senadores, 200 parlamentarios en Estrasburgo, una Casa Real, 20 Ministros y todos sus adláteres — paradójicamente a menor rango, mayor sueldo. Hay alcaldes que ganan más que el presidente del Gobierno —, todo esto para un país tan pequeño como el tuyo.

xxx¡¡¡ ESO ES SER RICO!!!

xxxVamos, os quedasteis en ESPAÑA porque sois RICOS. Somos los pobres, como yo, los que nos vinimos a probar suerte a otros lados.

xxxBueno, os mando un abrazo y luego me contestáis cómo os va con el nuevo presupuesto. Lo que sí es seguro es que os aumentarán más los impuestos. Pero no os preocupéis, que la inflación los va a diluir. Pero bueno eso es lo de menos, cuando se tiene el dinero para pagarlos. Y tened por seguro que en el próximo discurso le van a dar un fortísimo aplauso al presidente.

xxxAdemás, eso es lo que hay que pagar por vivir en la 8ª potencia mundial, el mejor lugar del mundo y tercero donde la gente se siente más feliz del planeta.

xxxUn saludo:

Tu pobre amigo inmigrante.

martes, 14 de julio de 2009

LA FRASE

El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace (León Tolstói)

"DESPUÉS DE LA TEMPESTAD...

viene la calma”. Más me vale echar mano del refranero para intentar explicar mi silencio de cinco meses, porque si lo hago de la razón corro peligro de trastabillarme. Ya se sabe que “quien mucho abarca, poco aprieta” y en este tiempo he tenido que centrar mis esfuerzos en acabar el libro que acabo de publicar y que más que titularse Catedral de cuento debería haberse titulado La historia interminable II. Como esta faena había que compaginarla con las ya habituales de sobrevivir, relacionarse y afrontar prioridades, la víctima ha sido este blog. No creo en el adagio de “obra empezada, medio acabada” ya que tenía tres proyectos propios y dos de encargo en marcha y “unos por otros, la casa sin barrer”. Así que pensando que “primero es la obligación y luego la devoción” opté por dedicar todos mis esfuerzos a rematar el libro y hacer hueco para atender a otra criatura que ya está en gestación. Hasta aquí las excusas que, si no han sido convincentes, al menos me han aliviado la conciencia y me han enseñado que “el infierno está lleno de buenas intenciones y el cielo de buenas obras”. XXXPero vamos a hablar de mi libro que es a lo que hemos venido. Está genialmente ilustrado (no en vano las obras son fruto de maestros en sus disciplinas) por Miquel Fuster, Guillermo Lezcano, Juan Lemus y Kiko Palomar; excelentemente impreso (de la mano de Joan Masanas, un profesional como la copa de un pino) y no puedo adjetivar su maquetación y texto porque el responsable soy yo y no debo incurrir en autocomplacencia. Eso es el lector el que debe juzgar. XXXEl contenido es difícil de encajar en ningún género literario. Sólo puedo decir que es un compendio de sensaciones, percepciones y experiencias acumuladas durante años. Muchas se habrán quedado en el tintero. Su finalidad es balsámica pues pretendo dejar en el lector un poso de serenidad e impulsar un estado de ánimo ascendente. Optimismo y cordialidad, en suma. A quien pueda interesar, está a la venta en el Estanco de La Catedral (avenidad de ídem) y las librerías de la cadena “Happy books” (La Formiga d’Or de Portal de l’Àngel, 5 y Lliberia del Claustre en el interior de la misma). Además me lo podéis pedir directamente por correo electrónico (lmmcicero@gmail.com). Su precio ("a precios de coste ahorcan") es de 15 € y NO se puede pagar con la tarjeta de El Corte Inglés. XXXEspero que guste y espero recibir vuestros comentarios por correo o en este blog. Las reflexiones no deben ser necesariamente laudatorias y se admiten críticas y sugerencias siempre que sigan el espíritu del libro: construir. XXXDe la continuidad del blog y su planteamiento hablaré otro día cuando haya reamueblado mi cabeza y yo mismo tenga claras mis intenciones y capacidad de compromiso. XXXAl menos he sacado una conclusión que me consuela: que “Dios aprieta, pero no ahoga”.

lunes, 2 de febrero de 2009

LA FRASE/016

La amistad es más difícil y más rara que el amor. Por eso hay que salvarla como sea (Alberto Moravia)

LA COLUMNA/016

¿JUGAMOS A POBRES?
O sea, que debo analizar esa lágrima (Víctor-M. Amela)
Proliferan en los últimos tiempos, en los medios de comunicación, los espacios dedicados a la precariedad con especial atención al problema de los “sin techo”. Bienvenidas sean tales iniciativas, en las que he participado y gustoso seguiré haciéndolo, que pueden aportar enseñanza, atizar conciencias, borrar estigmas y derribar muros. Por regla general nada que objetar al tratamiento dado en los distintos programas pese a ligeros deslices de insistencia en facetas concretas no relevantes o desafinadas estéticas en la presentación (El pueblo de Dios, Sense embuts, Entrelinees, etc.). El proceso suele ser similar: seguimiento del protagonista, entrevistas, reflexiones, panorámica del entorno y, según los casos, moraleja. Cuidando, eso sí, no cargar las tintas contra las administraciones relacionadas con el tema. Mi preocupación se agita cuando veo que la cadena Cuatro dedica un docureality de “21 días” a los sin techo, consistente en que la periodista Samanta Villar ha pasado tres semanas viviendo entre indigentes. Porque pienso que el reporterismo ha confundido la ruta. Parto de unas declaraciones de la periodista para desgranar mi rosario de matizaciones (hoy mi acritud no me alcanza a cáustica): “Hay problemas que sólo se entienden cuando se experimentan en la propia piel”. Primera estación: su piel es la de periodista y la del indigente es otra; no son intercambiables. Segunda estación: en 21 días es imposible abarcar ni asimilar el asunto, porque éste no es una cuestión de piel sino de cabeza y corazón. Si los que viven en la calle supieran que a fin de mes les ingresan una nómina (porque usted no ha renunciado a ella, ¿verdad?) y que un equipo de apoyo les espera, tendrían muy distintos pensamientos y emociones. Además, obvio, no estarían en la calle. ¿Ha percibido la reportera sentimiento de angustia, inestabilidad, profundo dolor por los recuerdos, temor e inseguridad? ¿Ha sentido el corazón roto y hueco y la mente vacía? ¿Ha percibido la emoción de la alegría, el consuelo, acompañamiento y esperanza que se sienten al conocer a un semejante con el mismo problema al que unirse y recorrer juntos un trecho del camino? No es lo mismo meterse en un saco abierto que estar dentro de un saco cerrado. Dudo pues de la eficacia de la experiencia. Precisamente el mayor sufrimiento del “sin techo” no es el material (la capacidad de adaptación del hombre al medio es inmensa) sino mental, el vacío de no tener nada “de verdad” y ver como cada día se derrumba un pilar de la esperanza; y perder “de verdad” familia, amigos y vida social. Vamos al tiempo y al espacio. 21 días es coger un grano en un montón de trigo. Alegan los responsables del programa que un tiempo superior “acabaría distorsionando la objetividad”. ¡De eso se trata! No se dan cuenta de que un plazo superior permitiría no distorsionar sino centrar la subjetividad porque el asunto, no hay que darle vueltas, es subjetivo. Como mínimo habría que cubrir un ciclo anual completo (con sus cuatro estaciones, su climatología, sus improvisados caprichos) para captar una panorámica. Yo ampliaría el plazo a un lustro porque también contabilizan y afectan los cambios sociales y políticos y pueden devenir el caos o el renacimiento. Respecto al espacio, la mudanza es la norma: no es lo mismo la temporada otoño-invierno —cajero— que la de primavera-verano —banco del parque—. Y un ojo siempre abierto con sus secuelas de tensión y cansancio. En definitiva, no pretendo desmontar su iniciativa sino matizarla. Creo que es positiva por lo que puede incidir en espectadores ignorantes o indiferentes, pero no me gustaría escuchar un ¡pobrecita! Yo también debo analizar esa lágrima. ¿Jugamos a pobres? Yo, no.

ENTRELÍNEAS/016

HABLAR, CURA
Hablar de algo sin información o de alguien
sin conocer su opinión conduce, irremisiblemente, al error.

Me resulta extraño escribir sobre algo que es tan antiguo y sabido como la aparición de las primeras agrupaciones humanas. Pero no está mal repasar de vez en cuando las evidencias que, por tales, olvidamos aplicar. Sigue instalada en nuestra sociedad la funesta manía de... dictaminar, juzgar y sentenciar sobre conocimientos de materias... que no conocemos. Lejos de nosotros la molestia de informarnos para disertar con lo que siempre se ha llamado “conocimiento de causa”. Más funesta es la manía de construir opinión y transmitir juicios de valor sobre otras personas desde una percepción superficial de las mismas. Pensar en solitario, o en grupo, sin tener una referencia directa y una explicación explícita de la otra persona pone en marcha un mecanismo diabólico: lo que empieza siendo un copo de nieve por una sospecha germinada unilateralmente en nuestra mente, se va engrosando a base de rumiarla horas y días y meses en el pequeño cubículo de nuestra imaginación. Si además el proceso corre de boca en boca va incorporando ingredientes más y más inciertos al sumar varias imaginaciones. El amante, el amigo, el profesor, el familiar o el conocido, ante la ausencia o distancia prolongados (a veces incluso en la proximidad) cocina interrogantes —¿qué estará haciendo?, ¿con quien estará?, ¿sabrá protegerse? — a los que busca respuesta barajando múltiples hipótesis, lógicamente, equivocadas. Así se atizan los celos, las envidias, las dudas, las sospechas, las suspicacias, el temor y la incertidumbre. Hasta que la bola se convierte en alud y estalla. Entonces es cuando suele aparecer el antídoto a tanto desmán: hablar. Aunque en ese tiempo el sujeto pasivo de tan fantasiosas elucubraciones suele permanecer ignorante de lo que se cuece en su entorno, acaba por intuir un enrarecimiento ambiental que le inquieta y desasosiega. Los efectos sobre él pueden ser letales en forma de desilusión e inseguridad. ¿Qué se está pensando y diciendo de mi?. También él se ve obligado a aplicar el antídoto: hablar. Pero el daño ya está consumado. En conclusión: informarse, preguntar y hablar sin intermediarios... pero a tiempo. En el mismo momento en que aparezcan los temores o las dudas. ¡Ya! Creo que la solución ya se conocía en el origen en que apareció el problema —el mentado inicio de la agrupación humana— pero parecemos empeñados en no aplicarla y alimentar el diccionario con términos ingratos como chismorreo, cotilleo, maledicencia y otras lindezas. Hablemos cara a cara, pares inter pares, y evitaremos muchas horas y días y meses de malestar que desvía nuestra atención de tareas más nobles. ¿Hablamos?

EL DEBATE/016

EL PÁJARO QUE SE POSA Por Gustavo Martín Garzo (El País, 14/12/2008)
Todorov, en su libro El jardín imperfecto, nos recuerda que los griegos distinguían dos tipos de amor: eros, o amor-pasión; y philia, o amor-alegría. En el primero, el amante quiere absorber al otro, (...); en el segundo, vivir en su proximidad, mantenerlo como un ser aparte. (...) Eros y Psique se encuentran en la noche, sin saber quiénes son, y se aman sin llegar a verse. Para volver a encontrarse, Eros le pone a Psique una condición: no pueden verse, ni preguntarse quiénes son; (...) La muchacha (...) cuanto más ama a Eros más desea verlo (...) Y una noche Psique esconde entre sus vestidos una lámpara (...) Eros que, al despertarse, la descubre mirándole. Implacable, la castiga, apartándose de su lado. (...) Eros y Psique representan los dos tipos de amor de que hablaban los griegos. El amor que pide la fusión completa con lo amado; y el amor que se conforma con su vecindad. En el primero, es el yo que desea lo que importa; en el segundo, lo que importa es el tú. A Eros le bastan con sus encuentros ardientes en la oscura cueva de deseo: Psique (...) también quiere tener lo que ama al despertarse por la mañana. El primero se pregunta por lo que quiere, el segundo por lo que encuentra. Uno quiere perder por completo la razón; la otra encontrar ese tipo de razón que sabe pedir a la vida lo que ésta te puede dar. El amor es embeleso, (...), pero también deseo de conocimiento. Al amante no le basta con tener en sus brazos a aquel o aquello que ama (...) Calixto sólo cree en él y en su propio deseo. De hecho, cuando por fin pueden encontrarse, y Melibea, dulce y solícita, le pide que no tenga tanta prisa y que no hace falta que le rompa la ropa mientras la desnuda, Calixto por toda respuesta compara (...) el acto amoroso con un vulgar atracón. “Señora, el que quiere comer el ave quita primero las plumas”. (...) Sólo deseo lo que tengo. Esa frase resume el amor-alegría.. El amor-pasión quiere lo que no tiene (...) busca avecillas que desplumar. El amor-alegría se complace con esa avecilla que desciende, y sólo vive para conservarla a su lado. (...), su presencia, la búsqueda de la verdad se transforma en querer lo que es bueno para él; y el deber, en deleite. Eso nos dice el amor: que al amar no sacrificamos nuestro ser, sino que lo realizamos. (...) tal parece el amor; un hechizo, una pócima que se bebe, y que nos fija a alguien mientras dura su efecto. (...) Es caprichoso y fugitivo, pero le pedimos devoción y constancia; nos promete felicidad, y nos llena de miedo; nos da fuerzas para enfrentarnos a los mayores peligros, pero nos vuelve vulnerables y frágiles; nos hace ser dueños de alguien, y a la vez sus esclavos. (...) (...) El amor es el sentimiento más hondo y misterioso de cuantos pueda experimentar el hombre. Los amantes llegan de su mano a un lugar desconocido y se descubren dueños de un poder que no sabían que tenían. (...) El amor es ese pájaro que se posa un momento en nuestro jardín imperfecto.¿Cómo no ser feliz de que lo haga y no tener miedo al mismo tiempo de que se pueda marchar? (...). Eso es el amor humano: preguntarnos por qué ese pájaro nos eligió a nosotros para quedarse en el mundo; y, en caso de haberse ido, dónde estará ahora y por qué no regresa. (...)

RELATOS... POEMAS... CUENTOS... 016

LA CALLE DE LAS ALEGRÍAS (un cuento de Paula Jiménez)
Una mujer fue a la calle de las Alegrías y se rió a carcajadas pensando que era lo correcto, hasta que un hombre grande de pómulos inflamados le preguntó qué hacía ahí. —Vengo a la calle de las Alegrías —dijo ella sin parar de reírse— porque quiero curarme de una enorme tristeza. —Qué hermoso que hayas venido a la Calle de las Alegrías —le dijo él— pero debo informarte que éste no es tu lugar. Para pasear por la Calle de las Alegrías, primero tenés que estar alegre. —Entonces, ¿a dónde tengo que ir ahora? —preguntó la mujer, cortando una carcajada por la mitad. —Tenés que ir —dijo el hombre— a la Calle de la Tristeza. —¿Y dónde queda la Calle de la Tristeza? —preguntó la mujer. —La Calle de la Tristeza es una calle infinita —contestó—. Cuando terminés de caminarla podrás elegir otra. —Primero, —le reclamó la mujer— nunca voy a terminar de caminar una calle infinita. Segundo: ¿qué puedo encontrar en esa calle, sino más tristeza? —¿Acá encontraste alegría? —le pregunto el hombre. —No. —Entonces ¿cómo podés saber lo que vas a encontrar en otra parte? «Es cierto», se dijo a sí misma. Y entre pensamiento y pensamiento, uno más triste que otro, la mujer retrocedió una cuadra desde donde estaba hasta salir de la calle de las Alegrías. Como nada había cambiado y sentía fracasar una vez más, decidió ir a beber un par de copas a un bar cercano que tenía un cartel gigante, decía “Bar”. Entró con la cabeza gacha y sin siquiera mirar a su alrededor. Se sentó en una banqueta alta y apoyó los codos sobre la barra, luego dejó caer los brazos y sobre ellos la frente. Y comenzó a llorar. Lloró, lloró y lloró sin parar hasta que de tanto llorar sintió sed. Levantó la vista por primera vez y no vio nada ni nadie, salvo un espejo detrás de la barra que la reflejaba y ni siquiera muy bien, porque estaba roto y sucio. «Tengo sed», pensó. «Quiero agua». «Entiendo, se dijo, aquí no me darán nada para tomar». Se fue de allí. Pasó a lado de una viejecita que estaba sentada sobre el pasto y le preguntó: —Señora, ¿dónde podré conseguir agua para mí? —En ningún lado —respondió la anciana. —¿Cómo que en ningún lado? Entonces, ¿voy a morir de sed? —preguntó alarmada. —Si pensás que el agua es para vos, sí. —No, —dijo la mujer— pienso que el agua es para todos, pero ahora la quiero para mí. —En ningún lado, —afirmó la viejita— ¿el agua es para tu sed? —Sí. —Tomá de aquí. —Gracias —dijo la mujer, y llevó a su boca un vaso del que por más que bebía y bebía nunca se vaciaba. Cuando sació su sed le devolvió el vaso que se encontraba tan lleno como al momento de recibirlo. —Esto es muy extraño señora —le dijo la mujer. —¿Qué es tan extraño? —respondió. —Es extraño que esta agua no se agote nunca. —¡Ah!¡A eso te referís! —exclamó la viejita. —Sí, a eso. —Bien, entiendo, ¿vos sabés dónde estás? —preguntó la ancianita. —No —contestó la mujer. —Estás en el Jardín de la Vida, todo lo que hay aquí no se agota nunca, ¿querés quedarte? —No —respondió—, debo ir hacia la Calle de la Tristeza porque quiero curarme de una enorme que me aqueja y luego decidiré a dónde ir. —Muy bien, dijo la viejita, la Calle de la Tristeza es aquí mismo. —¿Dónde? Y le señaló una silla que estaba a menos de un metro de distancia sobe el cemento. —Sentate. —Pero, señora, ¿no estará usted equivocada? Me han dicho que la Calle de la Tristeza es una calle infinita. —Sentate, —repitió la viejita— y luego hablaremos. Entonces la mujer hizo caso del consejo y se sentó en esa silla tan cómoda, viendo brotar de su mano un pañuelo. —Con él podés consolar tus lágrimas, —dijo la viejita—. Yo me voy ahora y vos te vas a quedar aquí, si me necesitás, llámame. —Gracias —dijo la mujer, y pensó: «qué amable es la gente en el Jardín de la Vida, pero yo sigo teniendo motivos para estar triste». Entonces su corazón se sintió peor que nunca y una pesadumbre aún más grande la aquejó; se tapó el rostro con las manos y pensó que era lo mismo ver o no ver, porque ya nada le interesaba. Llegó la noche y la encontró llorando y también el día y luego volvió el crepúsculo descolorido y el alba sin lucero y la encontró llorando. Cuando ya habían pasado varias semanas sintió desesperación y se quiso levantar de su asiento pero no pudo, su cuerpo estaba pegado a la silla y la silla al piso. Entonces pidió ayuda. —¡Señora, señora del Jardín de la Vida! ¡Ayúdeme a salir de aquí! —No gritéis, —dijo la anciana— estoy a tu lado. —No la veía —dijo la mujer. —Es que la gente que va a la Calle de la Tristeza sólo se ve a sí misma —respondió la viejita—. Pero ahora me estás viendo y querés salir, ¿verdad? —Sí, señora, ayúdeme se lo ruego. —Esta no es la Calle de los Ruegos, señorita, aquí con pedir ayuda alcanza, déme la mano. Entonces la viejita le tomó la mano y la mujer se incorporó sin hacer la más mínima fuerza. —Esto es un milagro —dijo al ver que podía caminar—. Estoy tan contenta, ¡creí que iba a tener que quedarme allí infinitamente! —Te quedaste infinitamente pero es hora de salir —dijo la señora del Jardín de la Vida. Entonces apareció el hombre grandote de pómulos inflados y la invitó a bailar con él. —Claro —contestó la mujer. Y bailaron juntas en una calle ancha y clara. —¿Dónde estamos? —preguntó. —En la Calle de las Alegrías —contestó el hombre. —Qué curioso —dijo la mujer—, yo no recuerdo este hermoso cielo y esta música, no recuerdo que eras tan buen mozo ¡y qué bien que bailás! No recuerdo nada de lo que ahora veo. —Porque antes no lo veías, dijo el hombre, y estamos aquí para festejar que recuperaste tus ojos y ahora que te veo con ojos, ¡qué linda sos! —Gracias —dijo la mujer y se sintió feliz. Y a punto de llamar a la señora del Jardín de la Vida para que venga a bailar con ellos, miró la calle para ver de dónde provenía la música. Mirando, vio venir un grupo de personas vestidas de muchísimos colores que cantaban y tocaban bombos, platillos y silbatos. Entonces la mujercita con el corazón lleno de regocijo se incorporó a la banda tomada de la mano del señor mofletudo. Con gran asombro descubrió que la ancianita también estaba ahí, marcando los pasos de la murga.

ENSEÑANZA/016

Me he permitido la licencia de hacer un resumen del librito-guía de Joan Carles Girbés sobre la estimulación de la lectura en los niños. Al hacerlo no he podido evitar añadir comentarios o ideas propias, por lo que el resultado no es un fiel extracto del original. Espero que el autor me perdone, pero si recomiendo la lectura íntegra del libro. Cara a incluirla en el blog me ha parecido más práctico condensarlo (Miguel Virto)
PARA CREAR LECTORES Joan Carles Girbés (Carcaixent, 1974) Director de la revista L´illa
Los primeros indicados para conseguir que los hijos adquieran el hábito de la lectura son los padres. Y es que para engancharse a los libros y papeles impresos no hay nada mejor que verlos y tocarlos en casa desde la más tierna edad. El hecho de leer deriva en un hábito familiar desde la cotidianidad. ¿Por qué queremos “crear lectores”? El fin de esta guía es fomentar la lectura, hacer lector a otro, ya sea la hija, una sobrina o un niño del vecindario. ¿Nosotros mismos somos lectores?. Es una pregunta a resolver. Mal asunto si no se predica con el ejemplo: “La madre no lee nunca, pero tú si deberías hacerlo.” Primer asalto nulo. Un libro no es un objeto sagrado ni de culto Un libro no sirve sólo para ser leído, para “viajar a otros mundos”, como se suele decir. También puede servir para contemplar, para entretenernos –y aprender- con los dibujos, para provocar el diálogo con los hijos, para aprender a querer, para enamorar (¡cuánta prosa y poesía son culpables de tantos amores!). Los libros han de ser compañeros de juegos habituales. La lectura crítica Nos permite descifrar un texto o un documento y comprenderlo correctamente, analizarlo, fijar el contexto, relacionarlo y valorarlo. Los lectores críticos hacen más preguntas, son difíciles de manipular, fundamentan sus opiniones, seleccionan sus canales de información y mantienen puntos de vista propios. ¡Cuántos valores que tantos quebraderos de cabeza traen a padres y educadores se resuelven con cuatro líneas bien dispuestas! Excusas No tengo tiempo. No lee quien puede sino quien quiere. De acuerdo que hay momentos o días en que, derrotados, preferimos dejarnos llevar y apalancarnos con la televisión; es decir, igualmente acumular ojeras, restar horas al descanso y... justificar la desgana de leer. Hay que empezar por convencerse de que leer es ganar tiempo a la vida. No nos planteemos si tenemos tiempo o no. Simplemente se encuentra. Sin forzar la máquina, sin obligarse. Leer es caro. Leer es amortizable en el tiempo y en la salud. A malas, hay bibliotecas, librerías “de viejo”, iniciativas recientes de abandono de libros para ser intercambiados (en el hueco de un árbol, por ejemplo) y siempre queda el recurso de pedirlos prestados a los amigos. ¡Sin olvidar devolverlos!... (aunque esta es una regla más difícil de cumplir que aprender a leer). Leer es un rollo. Como imposible afirmar que “no me gusta leer”. ¡Si no lo has probado!. ¿No decías que no te gustaban los mazapanes, las ostras y la vecina de enfrente? Es casi seguro que si pruebas, te enganchas. Los beneficios Para crear lectores hay una premisa fundamental: no obligar a leer. No chantajear: “si leyeses más, traerías mejores notas” y no establecer comparaciones odiosas: “fulanito es más inteligente porque lee” (frase que dice muy poco a favor de la inteligencia del que la pronuncia). Es obvio que quien no lee por placer, difícilmente lo hará por obligación y esta es una de las causas del fracaso escolar. La lectura mejora el conocimiento y el uso, no sólo del vocabulario, sino también de las reglas de ortografía y gramaticales con el consiguiente beneficio a la hora de expresarse de palabra o por escrito. Por lo general, los niños lectores muestran una mayor disposición a atender, se concentran más y aumentan la capacidad de retener y memorizar. Leer también nos hace más receptivos a las opiniones de los otros –y por lo tanto más tolerantes-; facilita la expresión de ideas y sentimientos, nos da más seguridad con aumento de la autoestima y nos hace más cultos. (Un inciso: olvidemos de una vez asociar cultura e inteligencia y ambas con triunfo. Hay personas que triunfan en la vida sin haber leído una línea). Como afirma Humberto Eco: “No hemos de leer para tener éxito, sino para vivir más”. Y no olvidar, ahora no recuerdo quien lo dijo, que “la muerte natural de un escritor o artista español es, necesariamente, por hambre”. Pero con esto no pretendo desanimar a nadie si en el otro lado de la balanza ponemos que las buenas lecturas alimentan los contenidos de nuestro pensamiento y nuestras conversaciones, facilitan el desarrollo de la fantasía y de la creatividad. Y en la sociedad actual pocas virtudes se valoran más que la creatividad. En definitiva: Más libros, más libres. El lector no nace, se hace En casa, los niños aprenden constantemente conceptos y adquieren hábitos por repetición o por imitación. Ninguno nace siendo lector, pero tampoco nadie nace NO siendo lector, ¿eh? Despertar la lectura reduce el riesgo de crear analfabetos funcionales, es decir, niños y adultos que han aprendido los fundamentos de la lectura pero no entienden lo que leen. Un comentario, una recomendación entusiasta y sincera desde el apasionamiento pueden hacer más por fomentar al lector que semanas de lecciones teóricas. Hay casos de voraces lectores que han crecido en familias poco o nada lectoras; no es preciso tener muchos estudios ni ser un erudito para fomentar la lectura. Que nos vean leyendo Emili Teixidor afirma: “Contagiar el deseo de leer... (...) sin imposiciones, por simple contacto, imitación o seducción... El contagio/contacto más eficaz es el mejor ejemplo.” El libro no está de adorno Los libros no son piezas de museo, han de convertirse en elementos normales en casa. Es nefasta la manía de tenerlos fuera del alcance o encerrados para evitar que se deterioren. Al contrario, hay estrategias sencillas para convertir el libro en un elemento más del hogar y en una entación: “olvidarlos” en la cocina, en la mesilla, en la mesa del comedor, cerca de la televisión y en el baño (¡qué mejor lugar de reflexión y relax!). Hablar del libro Los libros han de aparecer con normalidad en nuestras conversaciones. Preguntar al hijo o al amigo qué le parece tal o cual personaje, tal o cual situación, fomentar la concordancia o la discrepancia (hay que tener claro que los libros se pueden criticar), estimular y apreciar el criterio del otro (que lo hagan con nosotros también nos estimula). No sacralizar el libro, no pensemos que todo lo que se publica es maravilloso solamente porque tiene forma de libro. En resumen, comentar, comentar y comentar... no interrogar o inquirir. Fomentar la escritura es también una buena técnica: de acuerdo que no todos los lectores escriben, pero, ¿conocéis algún buen escritor que no haya sido un gran lector? Muy importante es hacer un seguimiento... discreto, del proceso. La adolescencia es el momento más crítico. Se puede haber sido un lector voraz y tener fases, años incluso, de inactividad lectora... y de no montar en bicicleta. Cuando se vuelve a arrancar no hay que aprender... ya se sabía. Cómo conseguir que se odien los libros Desgraciadamente es muy fácil: sólo hay que empezar por regalar al niño el libro que le han aconsejado en la escuela, corregirles sin respiro los errores de lectura (sobre todo cuando empiezan), obligar a leer (el verbo leer no admite imperativo), pedirles que lean a cambio de dinero, premios o regalos. Si obligásemos a un niño a comerse un caramelo, lo haría encantado; si se lo prohibiésemos, aumentaría el deseo. Pero la lectura no siempre se ve como un caramelo (aunque dar un cierto aire de “prohibido” a un libro puede picar la curiosidad por puro desarrollo del instinto de llevar la contraria). Castigarlos sin tele, consola o internet son órdenes ideales para que los niños odien los libros. Menospreciar los gustos del lector es también un buen sistema de fomentar ese odio. Hay que tener en cuenta que aquella novela tan extraordinaria que marcó nuestra infancia puede resultar aburridísima para el otro. Daniel Penca nos habla de los derechos de los lectores: 1.- Derecho a no leer algún día; 2.- Derecho a saltarse páginas; y 3.- Derecho a no acabar el libro. Si añadimos un estricto control sobre lo que leen, la labor de aversión estará completa. Y si machacamos sobre los beneficios de la lectura ponemos la guinda al pastel. Estar siempre leyendo, ¿es bueno? ¿Qué si es bueno? Es extraordinario. ¡que suerte!. No hay nadie diagnosticado de ceguera por leer. Por más horas que se pasen delante de los libros, siempre diferenciarán entre los mundos de ficción y la realidad. ¿Cómo elegir? Encontrar un librero de cabecera con quien establecer confianza nos asegura buenas lecturas para toda la vida. Las reseñas más elogiosas o los más prestigiados premios no garantizan el entusiasmo por un libro concreto. Examinemos bien los textos de las cubiertas y hojeemos el interior para ver si, en principio, se adapta a los intereses y la madurez literaria del destinatario. Las edades del libro De los 6 a los 8 años. Es la edad de los porqués. No perdamos la oportunidad de buscarles las respuestas en los libros. De los 9 a los 12 años. Es la edad en que se forman los lectores del futuro. Ya conocen las técnicas de la lectura y o se fijan tanto en el significado de cada palabra. De los 13 años en adelante. Es la edad en que todo es susceptible de cambiar de la noche al día. La competencia con los medios audiovisuales es cada vez más feroz. Por eso es el momento de redoblar el esfuerzo de animación lectora. Más allá de los libros Es más que interesante estar familiarizado con la lectura de diarios y revistas donde encontramos información, columnas de opinión, entrevistas y publicidad que muestran estilos y niveles de lengua diferentes.