sábado, 5 de diciembre de 2009

LA FRASE

El hombre que se levanta es aún más grande que el que no ha caído (Arenal)

LA COLUMNA

RUTINILLAS MUNDI

Es curiosa la percepción que he tenido en los últimos tiempos al intentar entender el porqué de los cambios de ánimo, las tendencias al desconsuelo y las inflorescencias eufóricas.

Rastreando entre descalabros económicos (fenómeno natural), tifones sentimentales (fenómeno habitual) e intríngulis existenciales (fenómeno sobrevenido) —a estos astados ya sé que larga cambiada administrarles— ), no encontraba razón suficiente para mis avatares del alma.

Hasta que un día, en uno de esos momentos en que nada pasa, salvo yo por la calle, me llegó ese relámpago que aparece de vez en cuando, más que de vez en vez, e ilumina la víscera que bombea el malhumor o el bienestar. La entretela de la razón y sus duendecillos inculpados se plantaron ante mí en forma de nimiedades, sueños Nescafé (de sublimación y disolución instantánea) y… rutinillas.

Las rutinillas. Repaso mi jornada habitual. A las 6 de la mañana, aseo y frugal colación. 6.45 h.: apertura al tresbolillo, con el señor Dimas, del quiosco de prensa que emboca al metro y en que el periódico siempre se retrasa, dando pie a conversación sobre lo pasado y venidero (el mejor desayuno para la mente). 7.30 h.: parada obligada en la cafetería del vestíbulo ferroviario de Plaza Catalunya para verter en papel la tinta de alguna ocurrencia digna de escribirse. 8.45 h.: paseo a alveolo abierto hasta desembocar en las ágoras y agoretas del Gótico, con la entrega ritual del purito a Manolo —al que intuyo por el rasgueo de sus alpargatas—, leve inclinación de testa ante la Ilustrísima de turno de misa de nueve… y ya son las 9 h.: intercambio de andanadas satírico-entrañables con Miquel, siempre presto a urentes invectivas que me nutren de combustible para la jornada; tres minutos escasos pues siempre le apura alguna urgencia artística o fisiológica inaplazable. 9.15 h.: charla e inyección anímica con D. José, el del peluquín, el de los cincuenta céntimos a las gitanas, el de mis confidencias familiares y su cantinela de que mis restos acabarán en Soria de donde, según él, nunca debieron salir. 10.00 h: lectura de otro diario y cortadito en El Jardín para entonar. 10.30 h.: tecla de encendido del ordenador, preparar cena y colada si es menester, y a trabajar o ejercer de diletante en lo que el cuerpo me pida. 14.00 h.: comida y siesta ­—por prescripción facultativa—. 16.00 h.: café de desperezo y restitución. 17.00 h.: ronda de tanteo antes de ocupar mi atalaya de observación por la que desfilan, puntuales, mis adeptos: a las cinco y media la del caramelillo de menta; a las seis el inevitable esquizoide que entre mil desatinos dispara alguna verdad pontifical; a las seis y media mi plática más o menos extensa, casi siempre más, con el ínclito Pep —mi topo en el Arzobispado—; a las siete y media mis Luisas balsámicas que con su ternura me ahorran un buen dispendio en botica; ínterin para repostar tabaco donde Paqui y a las ocho y cuarto deseada llegada de alguna simpática joven que me sirva de musa y recreo de la vista. 21.00 h.: simbólico cabezazo ceremonial y cruce de frases a vuelapluma con el Cardenal, que más enjundia tiene de párroco que de prelado. De vuelta a casa, galantería con la castañera o confitera de turno, café con crucigramas en el Zodiac, donde siempre recala algún bohemio con quien desengrasar mis neuronas. Cena, oración (¿?), despedida y cierre. Las rutinillas.

Si en este devenir diario ha irrumpido algún descalabro, torbellino o intríngulis —los toros bravos ya citados ab initio— ya los he descastado con verónica enjuagada, media estocada tendida y descabello. Pero las rutinillas… ellas son la clave de mis cencerradas y carillones. Si una falla, se desengrasa la maquinaria y hace chirriar toda mi infraestructura emocional.

Espero que alguien comparta estas sensaciones y podamos fundar la ONG Rutinillas Mundi, porque ahí, en las nimiedades, los sueños fogonazo y las rutinillas, está el arquitrabe del estado de ánimo.

HUMOR

RELATOS... POEMAS... CUENTOS...

¡CRIS!... AMANDINE…

Entre mis inveteradas costumbres se halla la de dedicar, cuando conozco a una persona que me agrada o nace un niño de alguien de mi estima, un referente a la etimología de su onomástico, coincidencias con ilustres tocayos ancestrales y, si se tercia, algún acróstico, soneto u octava real. Sea el nombre vulgar, raro, canoro, malsonante, dulce o estridente siempre he encontrado alguna fuente de inspiración e información que me haga quedar en buena compostura.

Así han desfilado por mi bolígrafo (voló la pluma) Petronilas y Estelas, Paus y Sandras, Noas, Cunegundas, Beatrices, Mares, Sisebutos, Sergios, Turismundos, Pacos variados y hasta algún Jan de difícil catalogación. Abundan, por imperativo obvio de mi género, los femeninos.

Mas, tras años de salir airoso de cualquier epónimo retador, conozco una persona sin más atributos especiales que los que mi gusto requiere: agradable en el trato, dotada de los instrumentos que más valoro (sonrisa natural, expresión no afectada, mente sencilla), buena presencia (muy buena pues incorpora el plus de simpatía) y esa impresión natural de cabeza biempensante y autoestima cimentada. Todos los ingredientes para trinchar mi vianda literaria.

Y aquí llega el ¡cris! (onomatopeya del ruido de algo frágil al quebrarse), cuando me dice —me dice, he dicho— su nombre: Amandine. ¡Todos mis esquemas a hacer puñetas! He dicho me dice porque así, escrito, puede parecer un simple revoltillo de grafías, ¡pero dicho!, dicho con su voz —que algo de cristalina tiene pues algo cristalino debe tener su garganta—, pronunciado con su inflexión monocorde y, para más sublimación, deletreado para que no me equivoque al transcribirlo, ¡lo dicho!: toda mi estructura mental alborotada. Creo que en ese momento los recios cimientos del Gótico se hicieron gelatinas, ciento dieciocho obispos brincaron en sus nichos y un inmenso castillo de artificio cubrió desde aquende l’Eixample a allende la Barceloneta, de acá Sant Martí a acullá El Raval.

Amandine… ¡cris! Y ahora, ¿qué coño escribo ante estas ocho letras que lo conjugan todo? Y si fuera pintor, ¿qué pinto si ya aglutinan los reflejos de todas las capillas sixtinas que imaginarse puedan?. Y si fuera músico, ¿qué compongo si esas ocho letras ya ejecutan todas las melodías?. Y si fuera inventor, ¿qué proyecto haría si ante ese nombre el propio Da Vinci sucumbiría?

Amandin… —hasta la «e» enmudece­—. Como poeta no puedo ser ripioso con la rima en querubín, como pintor no puedo ni bosquejar la sonrisa de la monalisa, no puedo remedar las venus del escultor, ni improvisar pirámides, ni definir la divina proporción. No puedo crear lo ya creado y hasta intentar recrearlo me suena a sacrilegio.

Decido al fin, para salir de la impotencia de este brete, acudir al subterfugio de que, si lo definido no puede entrar en la definición, la musa —que es la inspiración— no puede estar incluida en el objeto. Y Amandine —nombre y persona— totaliza la musa y convierte la cuadratura del círculo, la trinidad santa, la física cuántica y el sexo de los ángeles, en galimatías de infantil resolución.

Así que te quedas, Amandine, sin octavilla ni serventesio, sin pincelada ni cincel, sin jardines colgantes. Ya tienes bastante con tus ocho letras. Como no domino las técnicas de lo imposible, sólo me queda rendirme a la evidencia y desistir. O mejor, por haberte conocido, brindar.

EL DEBATE

MENDIGOGAME

por José Rocillo Gregoire

Como ciudadano y voluntario de la ONG Solidarios, quiero expresar mi malestar por el lanzamiento en España del videojuego Mendigogame y pedir su retirada. Es una enorme falta de respeto acercarse de una manera tan grosera a un grupo de personas que tienen y merecen idéntica dignidad que cualquier otro ciudadano. Las personas sin hogar se enfrentan todos los días a una vida llena de dificultades y un videojuego no puede convertir ese itinerario de calamidades en un pasatiempo. La innovación y la imaginación son lícitas y deseables en la creación de riqueza de las empresas, pero no todo vale, los valores humanos marcan límites que no se deben traspasar.

Jugar con la realidad de personas sin hogar que día a día se enfrentan a la dureza de las calles, a enfermedades, a la muerte, a la falta de derechos y de recursos es una falta de respeto y un hecho cruel e inhumano. Argumentar que es sólo un juego valdría para justificar juegos similares con colectivos muy sensibles en nuestra sociedad. Hay terrenos en los que la única manera de acercarse es con respeto y sensibilidad.

Las entidades y personas sensibilizadas con esta situación queremos que se mire a los sin hogar como lo que son: personas. No son "mendigos", son personas excluidas, cuyo mayor problema es la soledad y la indiferencia de la sociedad. Su objetivo, no es, sin duda alguna, "convertirse en el mendigo más famoso y rico" sino salir de la calle.

LIBROS

CATEDRAL DE CUENTO
Parece que el libro que publiqué va tomando vida propia y teniendo presencia en la sociedad. Ha sido visto en varios actos organizados por el Seminario Mayor de Barcelona, el Colegio de Abogados y la Basílica de Santa María del Mar. También ha merecido mención, de momento, en el Diario Avui y Televisión Española. Queda por confirmar alguna presentación en asociaciones culturales y otras reseñas de prensa. Aquí van datos ampliados para los interesados en adquirir algún ejemplar: está a la venta en el Estanco de La Catedral (avenidad de ídem) y las librerías de la cadena “Happy books” (La Formiga d’Or de Portal de l’Àngel, 5 y Lliberia del Claustre en el interior de la misma), librería Claret y librería Paulinas. Además me lo podéis pedir directamente por correo electrónico (lmmcicero@gmail.com). Su precio es de 12 €.

BARRIOS

POBLE SEC, LA DIGNIDAD DE UN BARRIO

No es por alarmar, pero parece que vecinos, prensa y Ayuntamiento ya han tomado cartas en el asunto de la degradación de este barrio a manos, principalmente, de bandas latinas no muy célebres por su pacifismo. En medio de la empanadilla se encuentra la calle Blai, que limita al Sur con el Paralelo (cada vez menos escenario de entrañable farándula) y al Norte con calles como Margarit que tienen (si resisten) una oferta artístico-cultural al alcance de cualquier mente inquieta. Un barrio que nada tenía que envidiar a los corrillos culturales parisinos.

Al menos los dos últimos años (donde me estancia y memoria alcanzan) amén de los altercados cotidianos con los vecinos y entre las propias bandas, se ha celebrado una dilatada verbena (perdí la cuenta de los días) en el cruce Blai-Margarit, en la que la tarima de actuaciones, con su correspondiente artillería de mastodónticos bafles, quedaba a escasos cuatro metros del balcón de una vivienda habitada por personas incapacitadas y necesitadas de descanso. Con frecuencia en los balcones aparecen desperdicios de las distintas “celebraciones” y cualquier protesta queda acallada por los gritos de ¡racistas! Todo ello, se supone, con la correspondiente e insólita licencia municipal.

La protesta está en la calle (ver foto) aunque ya ha sido apedreado el cristal de uno de los “vandálicos” y al parecer poco “integradores” vecinos. Las pancartas ya no están por obra y gracia del miedo. ¿Quién debe integrarse? Hay que coger este toro por los cuernos ya o… adiós Poble Sec que te quedas sin gente.