miércoles, 14 de octubre de 2009

EL PERSONAJE

«LANGUI», LA SEDUCCIÓN DE LAS MIRADAS

Juan Manuel Montilla, «Langui », madrileño de 29 años, sufre una discapacidad provocada por una parálisis cerebral al nacer y desde entonces es una de esas personas que muchas veces nos cruzamos en la calle, gesticulantes, con las extremidades retorcidas y piernas asimétricas que les dificultan andar en rumbo derecho (se cae hasta diez veces al día, según el terreno). Sin embargo, su cabezonería le ha hecho salir adelante y convertirse en un personaje fuerte y plagado de resultados y triunfos. De la entrevista que le hizo Víctor-M. Amela en La Vanguardia extraigo algunas recetas que nos propone para aderezar el guiso de vivir y disfrutar de la vida por encima del listón de la socorrida y paralizante silla de ruedas

La sobreprotección, invalida. Sus padres decidieron no sobreprotegerle y le hacían esforzarse en conseguir las cosas como los demás (alcanzar los objetos sin alcanzárselos; dejar que se levantara solo al caerse sin levantarle). Esta aparente crueldad fue el mayor acierto para ensayar el esfuerzo y ¡cuanto valor el de los padres de aguantarse las ganas de ayudarle!.

Asumir las limitaciones. Quería ser futbolista en Primera División y fue comprobando —a sus 15 años­— que no llegaría ni a Tercera Regional. Se hundió. Pero se cruzó en su camino el hip-hop y se inició en el rap, encontrando una nueva motivación. Ejercer de rapero sí podía… ¡y vaya si pudo!.

Imponerse retos. Se ha comprado una casa con escaleras para subir al dormitorio. Cuando llega por la noche, cansado, vence la tentación de quedarse en el sofá del salón y se impone escalar para estar y compartir con su familia. Esos 16 escalones no se lo iban a impedir.

Actitud positiva ante la vida. Receta alegría y buen humor —“no puedes cambiar el mundo, ¡pero sí puedes cambiar tu actitud! —. Admite que la vida está llena de miserias, pero que es un regalo y es corta y… “¿encima vas a boicotearla?”

Suplir las deficiencias con los valores. Comunicarse con la seducción de las miradas, desbordar los complejos, obligar a los demás a verte por dentro —“mi mujer me ha hecho sentir que para ella tengo los andares más bonitos del mundo” —.

La compasión, minusvalora. La compasión es, para él, excluyente y negativa, la peor barrera para el menguado. El triunfo consiste en “pelear cada día por lo que te ilusiona”.

Cuando vienen mal dadas, ¡caña! “Anímate valorando lo que tienes, y pelea. Y a mí no me digas que no se puede”.

Aquí dejo, sin comentarios, al «Langui », con su libro 16 escalones antes de irme a la cama (Espasa), sus dos premios Goya, sus discos, su película, sus conciertos… su macedonia de éxitos logrados con dos pares y su voluntad de esfuerzo y ejemplo.

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