sábado, 29 de septiembre de 2007

EL PERSONAJE/002

DOS AZÚCARES AL DÍA
Papá, ¿qué es la solidaridad? Esta es la pregunta que me hizo hace unos días mi hija Candela. Candela tiene 4 años. Me presento: soy Juan, José o Antonio, o como quieras llamarme, eso no importa. Soy director de un centro de acogida para personas sin hogar de Barcelona. Por mi experiencia creía que tenía mil repuestas a la pregunta de mi hija. Pero con el tiempo me he dado cuenta que, entre muchas, hay una historia que define a la perfección el sentido de la palabra "solidaridad". Escucha, Candela, lo que te voy a contar. Es una historia tan cierta como tu sonrisa al despertar. No sé cómo se llama la señora. A mí no me importa, y a ella tampoco. Quiere permanecer en el anonimato y yo la respeto. Hace ya meses que, cada 15 o 20 días, aparece por el centro una señora de entre 60 y 70 años con una bolsa llena de azúcares. Viene a media mañana, los trae, pregunta por su contacto, los entrega y se va. Así cada 15 días, durante meses. Nadie sabe cómo se llama, ni de dónde los saca, y tampoco se lo preguntamos. Cada día en nuestro centro de acogida se sirven unos 75 desayunos para personas sin hogar. El azúcar que acompaña al café es el de nuestra voluntaria desconocida. Una mañana sonó el teléfono. Alguien preguntó por el responsable. "Soy yo", le contesté. Y a continuación me explicó la siguiente historia: "Mira, soy la señora que llevaba la bolsa de azúcares. Me encuentro mayor y no sé si podré continuar llevándolos. Vivo en una residencia para gente mayor. Cada mañana nos sirven el café con leche con dos azúcares y, cada día, unas amigas y yo guardamos uno de los dos azúcares en una bolsa, en un armario de mi habitación, para vuestro centro. No quiero que las responsables de la residencia se enteren, porque nos podrían quitar uno de los dos azúcares y perjudicaríamos al resto de los residentes. ¿Podría alguien venir a buscarlos? Os doy mi dirección y número de habitación pero, sobre todo, pido mucha discreción". Cuando se enteró María Teresa, voluntaria del centro, me dijo: "Hay que ir a buscarlos". Hablé con Francesc, otro voluntario, y le expliqué la historia. Aunque tiene su semana plagada de diferentes voluntariados, hizo un hueco. El sábado 23 de diciembre fui a trabajar. En mi mesa encontré una bolsa llena de azúcares y pensé en ellas. Mi niña Candela, ten por seguro que nada sabe tan dulce como la solidaridad.
Director anónimo de un centro de acogida

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