jueves, 14 de febrero de 2008

LA COLUMNA/011

HERMANA PATATA
No es vana pretensión, de vez en cuando, rendir pleitesía a los desheredados de la fortuna aunque se trate de humildes productos hortícolas. Ni yo pretendo erigirme en paladín literario de tubérculo tan digno de menesterosos, pues plumas más frondosas que la mía ya lo han hecho y lo harán con mejor tino (quiero recordar que no hace mucho el paladar creativo de Pau Arenós puso el dedo en el tema en una columna que creo tituló Pa-ta-ta). Viene el caso al caso de que una de estas mañanas una de mis amigas (rubia, ¡cómo no!), que nos había tenido en vilo con sus picos de subidas y bajadas por una inoportuna alergia (que ya adquiría tintes de gráfica bursátil), me comunicó la buena nueva de que los galenos habían dado con la causante de sus males. Era alérgica... a la patata. Me alegré por ella y por su manifiesta mejoría, pero mis esquemas se derrumbaron. ¡La patata!, la proletaria patata, la patata frita de los modestos huevos fritos, la patata al horno de los días señalados en rojo como festividad en casa de los pobres, la patata del doble sentido, la patata simbólica para definir estados de sumo derrumbe físico o de desequilibrio mental. En fin, la patata-alegoría de la cosa de comer barata, innata e intemerata. La patata-auxiliadora en épocas de hambruna y miseria. La patata-camarada de clandestinidades a pesar de su aristocrático desliz de suministrar almidón a los aprestos de galas y tutús de la sociedad de enfrente. No abundo más en elogios aunque, en mi fuero interno y en mis sueños, siempre he deseado ver tanta virtud plasmada en monumento y nombrada hija predilecta de urbes de todo el orbe. No en vano el filósofo Quino, por boca de su oráculo Mafalda, definió la felicidad como “un plato de patatas fritas”. Ahora que he dejado de sufrir por la salud de mi amiga, sufro por verla despojada de tal vianda y me uno a su dolor pero que sepa que no hay resquicio para entonar el miserere ni velaremos patatas de cuerpo presente. En estos momentos de postración hay que confiar en que las ciencias adelantan que es una barbaridad y que algún día mi amiga y yo brindaremos en torno a espléndidas fuentes de patatas fritas, con pimentón, al alioli, a la brasa, doradas al horno... y a la sombra del gran monumento a la patata en la mejor plaza de la mejor ciudad, para mofa y escarnio de otros grandilocuentes monumentos-patata. La patata tiene retoños y renuevos. ¡Viva la patata!

1 comentario:

Anónimo dijo...

Miguel: no te preocupes por tu amiga. Como tu dices, los tiempos adelantan que es una barbaridad, la quimica alimentaria no tiene limites.¿No tenemos ya "leche" sin grasa-sin calcio-sin lactosa a la que siguen llamando LECHE (y nos la cobran a precio de oro)?
Estamos en la era del SIN,asi es que ya veras como crearan una "patata" SIN piel-SIN fecula-SIN fibra-SIN nada de nada, pero que se seguira llamando PATATA, y se acabara el problema de tu amiga.