Porque has sacado a la luz, sin vericuetos dramáticos ni suavizantes de la realidad, tu vida en la calle (un trozo, mejor dicho, porque toda ocuparía varios tomos). Digo «tu» vida porque son tus experiencias, tus dolores y carencias, tus vacíos y tus iras. Porque la de otros es distinta y cada cual tiene su intimidad de sensaciones y acontecimientos. No te has «comido el coco» para hacerlo: eres directo como una flecha, sincero como un niño, tierno como una mujer y duro como un callo. Eres tú sin concesiones a la galería y, sobre todo, sin rencores. No reprochas ni culpas de tus fracasos a nadie y, en todo caso, te critico que quizá cargas sobre tus espaldas demasiada contrición. No estoy de acuerdo porque siempre he pensado que las culpas hay que repartirlas en porcentajes distintos; según los casos habría que analizar qué cuota le corresponde a cada pieza del engranaje: a la situación laboral y familiar, a la salud, al hecho fortuito e indeseado, a la sociedad y sus instrumentos de tortura de la dignidad de sus integrantes, a los azares que nos asaltan…
No mostrar resentimiento es fundamental a la hora de hablar de tu categoría humana. Tú, que tienes un aspecto mezcla de pendenciero, baladrón y chuloputas, no eres —en la historieta te delatas— más que un trozo de pan con patas. Tampoco estoy en total acuerdo con el énfasis que pones en la responsabilidad absolutista de los males en el…
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