sábado, 29 de septiembre de 2007

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DORMIR EN UN CAJERO por Robert Bilbeny (La Vanguardia, 9-10-2006)
Si se presenta el dilema de escoger entre el derecho como cliente y el que puede tener un vagabundo que ocupa el cajero. ¿Cuál debe prevalecer?. Si el primero, el hombre se queda sin techo y el cliente con malestar de conciencia. Si el segundo hay que ir a un cajero más distante. No creo que sea ético formular una queja al banco (...). Entre su derecho a recoger dinero y el del otro a dormir, por falta de dinero, en estas condiciones, no hay comparación (...). Antes que clientes somos ciudadanos, y antes personas. Es duro disputarle a un vagabundo sus derechos y sus deberes, bastante tiene con apenas cubrir sus necesidades. Y es humano y ético fijarse ante todo en esto último. La Caixa, por ejemplo, no tiene una política al respecto, pero en invierno deja abiertos los cajeros automáticos para que los indigentes no estén a la intemperie. Qué menos, y aún hay otras entidades que ni eso. Un techo, aunque sea ajeno, y unos simples cartones, son de mayor necesidad y valor que una segunda residencia o un frigorífico repleto. El que ha pasado frío lo sabe bien. (...) Ojalá el problema que se plantea pudiera desaparecer, porque nadie tuviera necesidad de dormir en la calle a la buena de Dios. Pero, mientras, existe. No son vagabundos por voluntad, ni sin techo como parte del folklore urbano; son personas muy pobres y de vida desgraciada, que nos remueven la concienca y debe ser así. En cierto modo nos incomodan porque son el espejo de lo que nos podría ocurrir o nosotros o de lo que no soportamos que suceda alrededor. Las autoridades no son los únicos responsables de ayudarles con los servicios específicos. La sociedad es la responsable, y cada uno, en su pequeña dosis, también. No hay que mirar a otro lado, darse excusas para pasar de largo o decirle al niño que nos pregunta por aquella imagen terrible que es alguien que no está bien de la cabeza y pronto pasarán a recogerlo. Es una escena que nos interpela a todos. Tiene, además, su ironía el hecho de dormir al pie de la máquina que otros hacen servir para conocer el estado de su hipoteca o retirar dinero para el restaurante (...) Era un domingo por la tarde, a la vuelta de la esquina de la Gran Vía barcelonesa, estaba tendida en el suelo una mujer joven que parecía dormir. Entre su piel y la baldosa ni siquiera una hoja de periódico. Hacía calor, pero daba escalofrío verla. Nuestra obligación ciudadana es advertir a la autoridad de tal circunstacia, con ánimo de ayudar y no de quitarnos un mal sabor de boca después de la merienda. La caridad, palabra que muchos desconocen, no es una exclusiva del cristianismo. La justicia es deber de todos. El o la sin techo en un cajero no son un enemigo ni un bulto. Muchas veces podríamos preguntarles “¿Quiere que llame a alguien?". A diferencia de otros países, aquí se desprecia a los indigentes.

1 comentario:

Anónimo dijo...

De acuerdo con la mayor aunque con algunas puntualizaciones. Por mi experiencia de dormir en cajeros automáticos muy pocas personas no se atreven a entrar, y las que lo hacen en muchas ocasiones se interesan por el indigente, preguntan y ofrecen ayuda (muchas veces económica).
En cuanto a la disponibilidad de las entidades, quizás la Caixa sea la más receptiva, aunque a veces cierra sus cajeros o los desaloja mediantes sus servicios de seguridad alertados por las cámaras. Otras han llegado a instalar sirenas insoportables que desalojan por control remoto a los "intrusos". Dar cuenta a las autoridades pertinentes sería la fórmula ideal... si no fuese porque en vez de ofrecer soluciones acostumbran a expulsar con no muy buenos modos a los inquilinos.
En general su artículo es muy interesante y reflexivo y ojalá los "medios" dedicaran más espacios -o espacios fijos- al tema.