martes, 25 de septiembre de 2007

LA NOTICIA/001


Bicis: tras una semana de aplicación de la ordenanza que las afecta, la controversia no lleva camino de llegar a buen puerto. Los medios de comunicación saturados de elogios y críticas.
Comentario
Que todos somos peatones (más o menos imprudentes) es una evidencia. Que casi todos hemos sido ciclistas (más o menos imprudentes) es una relalidad. Que muchos están motorizados con fueros propios es una necesidad desgraciada e inevitable.
Como peatón, oscilo entre la amabilidad de ceder espacio a los ciclistas a la irritabilidad (he dado con mis huesos en el suelo embestido por la espalda en una acera y he visto sucumbir a una pareja de anciados a la inconsciencia, en una calle peatonal y cuesta abajo, de un ciclista sin frenos y con delirios de funambulista "caballito").
Como ciclista he sido respetado por coches y camiones y respetuoso con los viandantes, sin negar que en los inicios de mi eterna juventud empotré la máquina en la entrepierna del alcalde de un pequeño pueblo a la salida de la misa mayor, con el consiguiente retortijón de aquel, mi dramático soponcio y e l regocijo de la oposición.
En definitiva, que todos somos víctimas y agresores. Que no nos queda más camino que el de la educación, la buena voluntad y paciencia en el tiempo de adaptación.
Pero los regidores del municipio se empeñan en echar gasolina a la hoguera de San Juan. Primero ponen, cuando el mercado ya estaba saturado, la plagabicing; ahora ponen las multas y por fin prometen -sólo prometen- las infraestructuras. Todo al revés y seguro que el invento habría funcionado. Si añadimos que la bicicleta se debería promocionar como medio asequible a pobres, chatarreros y trabajadores, el cóctel estaría servido. Barcelona no es Amsterdam y creo que la única solución al conflicto pasa por la buena disposición de unos y otros afectados. No por las multas (ver foto) y el indiscriminado alquiler a titubeantes turistas de histéricos reflejos. Aunque, claro, para el Consistorio, la pela es la pela... y para mí, mis costillas son mis costillas.

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