Hice en su día una clasificación, más poética que exhaustiva, de las sonrisas humanas (animales también hay) en amables, frescas, sinceras, sugerentes y balsámicas. El contexto era humanista y su objetivo mostrar la función de la sonrisa como fuente de producción de energía.
XXXPero desde que empezó el año he empezado a fijarme —en otras taras ya me vengo fijando hace años— en las sonrisas de carácter político. Si la de Aznar me pareció sempiternamente farisaica, en la de Zapatero encontré cierto respiro al verle un aire de jardín de Babilonia. Mas poco a poco aprecio que el presidente sonríe así porque ve en los pensionistas de toda índole (de otros colectivos ya iré escribiendo) una sonrisa bobalicona. Pura sorna.
XXXPorque por bobalicones nos debe de tomar al pensar que el suculento incremento del 1% de las prestaciones nos haría babear; bobalicones por dedicarnos a hacer cábalas sobre el gasto (nimio para él, supongo) que ha podido suponer comunicar la buena nueva por carta (millones de cartas en buen papel de 80 gr. y sobre con ventanilla plástica): bobalicones por haberle creído cuando cacareaba un jugoso aumento de las pensiones más bajas porque le parecían vergonzosas; bobalicones porque no teme la poca cohesión de este colectivo a la hora de reivindicar. Y —si cuela, cuela— convencido de que más de un beneficiario, al cotejar los apuntes de su libreta de ahorros y comprobar que ha pasado a cobrar hasta 15 € menos, habrá esbozado una bobalicona sonrisa de comprensión hacia el sufrido dirigente (¿porqué se les llamará dirigentes cuando debían ser dirigidos por la voluntad del pueblo?).
XXXNo es este un dardo lanzado directamente a las vísceras del “camarada” José Luis, porque entiendo que una sola mente no puede abarcar todas las facetas del conocimiento económico, social y ético. Para ello debe rodearse de asesores especializados en cada materia y competentes en cada área. Pero, desde que el optometrista adecuó mis lentes a corregir mi astigmatismo, mi percepción de las sonrisas ha evolucionado. En primer lugar me empieza a parecer que la sonrisa del presidente es más netoliana que babilónica, que los asesores los ha adquirido en un «todo a cien» y que la bobalicona sonrisa de los pensionistas está trocándose en mueca-decepción-sarcasmo con olor a chamusquina. Ya que no le pedimos suprema inteligencia —valor ausente de la escena política desde hace tiempo— se le pide al menos una mínima cuota de hidalguía.
XXXSi no se podía subir más del 1% porque no se podía y además era imposible, que lo diga con franqueza. Si se equivocó al prometer, que se enmiende; que no se calle el porqué del decremento real de algunas cuantías y del poder adquisitivo y no nos baile con siglas de alzas del IPC, variaciones del IRPF en un discurso estilo SMS. Que sueñe que algún día se puede encontrar de frente con una legión de ancianos, inválidos, tullidos y esquizoides armados de bastones, sillas de ruedas, muletas y diazepán, pidiéndole cuentas.
XXXN. del A.: Escribo esto después de un par de días en los que, casualmente, he escuchado a un jubilado de 88 años y oratoria impecable, a un pensionista invalidado en su osamenta mas no en su mente, a una viuda con prole y políticamente neutral, a un joven pensionista por trastorno metal versado en desafectos sanitarios y a un abonado de la Seguridad Social abocado al comedor social.
XXXMe parece que ahora ya veo claro —con el enfoque ajustado y preciso— quién luce la sonrisa bobalicona. Le concedo la atenuante de que parece ser que él mismo se cree sus propias aranas. Se lo digo, la procesión va por dentro, con la más sincera de mis sonrisas.
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