jueves, 14 de febrero de 2008

EL DEBATE/011

Encuentro últimamente, en los blogs que visito asiduamente, que aparecen artículos (más bien reflexiones) sobre la actitud, sentimientos y vaivenes a los que se ven sometidos educadores, trabajadores y voluntarios sociales. Como deudor de todos ellos les hice mis comentarios en los escritos que más me impresionaron. Los reproduzco aquí, con alusión y enlace a los artículos/madre que los provocaron, porque creo que toda esta información puede dar origen a un debate abierto en el que se maticen criterios, afloren nuevas problemáticas y sirva para fabricar una estructura más sólida y acolchada en su, aunque ellos no lo crean, ingente y magnífica tarea.
A Nos sentimos frustrados en el blog “Todo el tiempo del mundo”, de Miquel Julià.
¿Qué estás haciendo mal? ¿Frustración? ¿Falsas expectativas? Jamás pienses eso. No haces nada mal, no te debes frustrar y las expectativas acaban siendo ciertas. Ten en cuenta que a la persona que está en la calle, cuando recibe una propuesta de ayuda, le sobrevienen dos preocupaciones: adaptarse a una nueva situación y una desconfianza (muchas veces fundamentada) a que esa ayuda le vaya a mediatizar en su libertad e independencia. Adaptarse a la nueva situación es tan traumático o más que cuando uno cambia de trabajo o vecindario; en la calle, además de frío y hambre, se ha ganado libertad e independencia en grado superlativo. Aquí entra en juego la segunda preocupación: que la ayuda nos mediatice, nos programe y nos dirija, nos coarte y nos “castre” en nuestros logros. Dices también, con mucha razón, que a veces esos Robertos no están pidiendo una ayuda material, sino que se les escuche. Por ahí se empieza, lo demás, sin forzarlo, vendrá por añadidura. A mí me pasó lo mismo cuando entré en contacto con Arrels: pedí un período de gracia –unos días más en la calle- para despegarme paulatinamente de un hábitat y pasar al otro; estaba enfermo y, sin embargo, tardé varios días en tomar la decisión de ir a una pensión. Después pasó un tiempo hasta que me fui integrando en las actividades, al ver –no sin previo recelo- que no se me pretendía dirigir ni mediatizar, sino impulsarme, sin forzarme, en mis capacidades. Y cuando he querido ayudar a otros, idóneos y bien dispuestos, también me han fallado... de momento. En cualquier instante surge la sorpresa de que lo admitan cuando tú lo das por perdido. Así que desármate de frustraciones y desencantos y, eso sí, ármate de paciencia. Pero estando siempre satisfecho de que lo que haces es una gran labor y da sus frutos. Precisamente todo empieza por... hablar, transmitir confianza y comunicar a la otra persona que no se le va a robar nada y sí va a ganar mucho. Sin paternalismos ni ñoñerías (que de eso ya se encargan otros). Te lo dice un experto. Ánimo y adelante.
A El simple estar y acompañar funciona en el blog “Todo el tiempo del mundo”, de Anna Skoumal
Leyéndote me reafirmo en el comentario que le hice a Miquel sobre la frustración. A veces las personas a las que acompañáis sufren un bajón que os afecta. Y ahí está la profesionalidad, en tener paciencia pues casi siempre la persona supera el momento y vuelve a la normalidad. Debe ser verdad que el tiempo todo lo cura.
A Cinco Razones para no proteger mi identidad en el blog “Desde la calle”, de Olga García
¿Qué me va a parecer? Que da gusto leer escritos como éste que rezuman alegría por los poros. Yo estoy avanzando mucho en “no proteger mi identidad” pues el tiempo que lo he hecho me convertía en débil, presunto culpable y cobarde. No esconderse (¿de qué?). Pero tu gran caudal es resaltar que la niña, Laura, ve todavía a la gente (¡y que dure!) sin recelos ni prejuicios (a tu anónimo preferido me remito) Esa es la gran esperanza, me parece que la única, del futuro. Gracias por las alusiones y que ese espíritu nos acompañe toda la vida.

No hay comentarios: